Las amistades rotas
Publicado: Lun, 08 Nov 2010 19:03
Todos los almanaques son pequeños.
Yo espío mi herida, mi amistad roja
de niño sin mapas.
Un enigma, una esfera que no elige la virtud del tiempo.
Y detrás un sueño de artilugios
que abren sus alas y no lloran.
Sí, la amistad crece como una flor de nácar
y no hay en su oasis golondrinas ni archipiélagos
ni robots de labios azules ni cánticos de azabache
o muerte.
Juventud que fuiste plenilunio(era el surco la atmósfera
del viaje, nuestros pulgares como un sol, la luz y su terciopelo,
mis zapatillas de oro blanco, el hierro y su calígine
de río inmóvil).
Y después la ciudad como una gran colmena
donde cada piel enciende el abismo y recita la flor inacabada
de lo posible.
Ellos rompen la música y se acuestan con pájaros.
Pero a mi me llaman los hogares, la sed de las fuentes
con su navidad agria y la sombra inútil de los mediodías rojos.
¿están aquí los años de la evanescente criatura, rocío de humo,
en soportales que escondían mi miedo?
Así, de pronto el roce de un cuerpo como un candil o una noria.
Párpados que agitan sus elipses, el alcohol como una idolatría
bajo los puentes de la penumbra.
¿Qué edad, qué senectud entre lluvia y hemisferios,
adónde alcanza su marfil?
No he visto corazones abiertos, en tu verbo las amapolas
se agrietan para decir hoy o cuándo.
Sobre pisadas negras mi dolor.
Yo espío mi herida, mi amistad roja
de niño sin mapas.
Un enigma, una esfera que no elige la virtud del tiempo.
Y detrás un sueño de artilugios
que abren sus alas y no lloran.
Sí, la amistad crece como una flor de nácar
y no hay en su oasis golondrinas ni archipiélagos
ni robots de labios azules ni cánticos de azabache
o muerte.
Juventud que fuiste plenilunio(era el surco la atmósfera
del viaje, nuestros pulgares como un sol, la luz y su terciopelo,
mis zapatillas de oro blanco, el hierro y su calígine
de río inmóvil).
Y después la ciudad como una gran colmena
donde cada piel enciende el abismo y recita la flor inacabada
de lo posible.
Ellos rompen la música y se acuestan con pájaros.
Pero a mi me llaman los hogares, la sed de las fuentes
con su navidad agria y la sombra inútil de los mediodías rojos.
¿están aquí los años de la evanescente criatura, rocío de humo,
en soportales que escondían mi miedo?
Así, de pronto el roce de un cuerpo como un candil o una noria.
Párpados que agitan sus elipses, el alcohol como una idolatría
bajo los puentes de la penumbra.
¿Qué edad, qué senectud entre lluvia y hemisferios,
adónde alcanza su marfil?
No he visto corazones abiertos, en tu verbo las amapolas
se agrietan para decir hoy o cuándo.
Sobre pisadas negras mi dolor.