
……Sólo quedan en pie los jinetes más diestros
Dylon Thomas
No fue un adiós, sino un desgarramiento,
el lugar bailó, con la última
copa, el bendito danzón:
“Chapontón y el son de la loma”.
El Balalaika nunca más vivirá
-recuerdan los juglares- su paraíso;
gruesos bloques fieles lo condenaron
al silencio amargo de sus dorados
ojos, sólo luz en lejanía
los pájaros eran en sus mejores
tiempos, el aroma y rol de las jaulas
de las noches locas
en pie de guerra.
El bestiario, rostro en donde bajaban
los dioses sin ser vistos de su reino,
en celo, aureolados por las fanáticas
del arte y servicio del sexo
en papel con roja espada pintaban
de sangre la ronca voz de los cuerpos.
Jamás, diez décadas, jamás, se olvidan.
*Nombre de una cantina del viejo barrio de la ciudad.