Gimnopedias
Publicado: Mié, 27 Oct 2010 14:02
A Julio González
Gimnopedias.- Consistían esencialmente en bailes y ejercicios
ejecutados por jóvenes espartanos desnudos alrededor de estatuas
que representan a Apolo, Artemisa y otros dioses
Quién puede soportar una noche de sangre sólida,
el alma destrozada y los lobos que esperan.
Se precipita el sueño en la llanura, se dispersa en la brisa
como la fatiga en las manos.
No existen límites; toda la muerte se diluye al alba,
las negras apariencias, los imaginarios horrores.
Asciende a la meseta, la primera que el Sol enciende
y baila para mí las Gimnopedias.
Yo te prefiero poseída en la luz que gozada por una noche carnívora.
Templa tus nervios, salvaje e hirsuta como la piel de los escudos.
Es de opio el resuello que embriaga tus ojos francos,
muy grandes, inundados de océano.
Ciñe al dios, apura el deseo, ropas, curvas, muy largas,
el trazo de tu aroma exagerando el aire;
una seda infiltrada de perfume se repliega en mi pecho.
Baila, quizá en nosotros se acreciente la paz.
Elévate, quizá se encienda el firmamento en nuestras sienes
y logremos sentir el corazón de las estatuas.
Sube a conmemorar las cruces de tu juventud
mientras pasan los hombres, mientras la tierra pasa
y me queda este goce para el resto del pensamiento.
Gimnopedias.- Consistían esencialmente en bailes y ejercicios
ejecutados por jóvenes espartanos desnudos alrededor de estatuas
que representan a Apolo, Artemisa y otros dioses
Quién puede soportar una noche de sangre sólida,
el alma destrozada y los lobos que esperan.
Se precipita el sueño en la llanura, se dispersa en la brisa
como la fatiga en las manos.
No existen límites; toda la muerte se diluye al alba,
las negras apariencias, los imaginarios horrores.
Asciende a la meseta, la primera que el Sol enciende
y baila para mí las Gimnopedias.
Yo te prefiero poseída en la luz que gozada por una noche carnívora.
Templa tus nervios, salvaje e hirsuta como la piel de los escudos.
Es de opio el resuello que embriaga tus ojos francos,
muy grandes, inundados de océano.
Ciñe al dios, apura el deseo, ropas, curvas, muy largas,
el trazo de tu aroma exagerando el aire;
una seda infiltrada de perfume se repliega en mi pecho.
Baila, quizá en nosotros se acreciente la paz.
Elévate, quizá se encienda el firmamento en nuestras sienes
y logremos sentir el corazón de las estatuas.
Sube a conmemorar las cruces de tu juventud
mientras pasan los hombres, mientras la tierra pasa
y me queda este goce para el resto del pensamiento.