
Hoy siento el estallido del otoño
asido a la soledad de mi estatua,
sin pájaro en las manos, impotente
al ver las hojas secas de los tilos
caer sobre los hombros de mis años.
Hoy busco candelabros en el aire
al amparo de un sol sin resplandor,
como cárabo gris, melancólico,
siempre abocado con sus fríos ojos
a escudriñar la huella inevitable.
En este palpitante cobertizo
donde laten historias de ceniza,
se abren los bolsillos de la noche
al instinto que roza lo insondable
tras la busca de sueños sumergidos.
Entre escombros y sangre de relojes,
una nube de arcilla se modela
en el puño secreto de las manos
y a la luz de una audaz caligrafía
aventan sus ijares los poemas.
Nada brilla nuevo y, sin embargo,
el vientre incendiado de un monólogo
esparce la semilla de sus letras.
*Andros