CAMBIO DE VIDA

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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sergio cassarino
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CAMBIO DE VIDA

Mensaje sin leer por sergio cassarino »

CAMBIO DE VIDA

Le advierto: Ud. Está leyendo mi mayor secreto. Todos tenemos confesiones íntimas, quien las lee se convierte en cómplice y paga las consecuencias.
Yo maté a Estela Mujica. Fue el 4 de julio de 1980. La señora Mujica - algunos recordarán- no era… cómo se diría… linda, sino más bien seductora. Creo que el maquillaje ese tan especial que se ponía para hacer televisión le cambiaba la fisonomía. Pero créame, a cara descubierta no era tan bonita. En el ochenta, Manuel Anchorena era presidente de una empresa multinacional que no diré, pero que es muy, muy grande y Estela Mujica popular en la televisión. Ocupaba los secretos sueños sexuales de casi todos los hombres treintañeros de la época, casi sin excepción .Viéndola en el informativo, parecía una muñeca sonriente que se movía en una cajita de madera con botones en el living de mi casa. Yo era un tipo medianamente inteligente pero sin trabajo. En febrero el banco despidió una tanda (como siempre los más molestos) y el sindicato negoció las condiciones, las mías entre ellas. Lo único que me quedaría serían unos buenos pesos y el conocimiento de una gran cantidad de clientes, entre los cuales algunos personajes. La ocupación en el banco me había abierto con el correr de los años el manejo de varias cuentas importantes. También algunos negocios non sanctus –operaciones encubiertas con diferentes cuentas y nombres-, por ser cauto y con cierta habilidad, pero fundamentalmente, porque este servidor no hacía preguntas.
A medida que avanzaba las cuentas de la empresa de Anchorena, éstas comenzaron a moverse cada vez mas ascendentemente. Yo no tenía la menor idea de procedencias y convenía tampoco intentar saber. A mediados de 1979, Estela Mujica comenzó a aparecer por el banco como la titular de un traspaso de una de esas cuentas. Lo recuerdo perfectamente porque abrió con el mínimo (unos doscientos dólares) y recibió cuarenta y ocho horas después un traspaso por ciento treinta mil dólares. Podría no ser significativo, pero fue. Venía ella con una libretita y –según esos apuntes-, traspasaba a otras cuentas el dinero en forma regular, dos veces a la semana: martes y viernes. El traspaso de los martes era menor, algo así como de cinco a diez mil dólares, pero el de los viernes era groso, andaba siempre arriba de los veinte.
Esto se hizo de manera regular hasta noviembre del setenta y nueve. Imagínese el volumen de dinero distribuido cada vez que caían de a cincuenta o cien mil dólares.
Descubrí en Estela Mujica una mujer agradable, menos perspicaz e inteligente de lo que parecía, pero con mucha personalidad. Decididamente no era la mujer de mis sueños.
El trato habitual con ella le proporcionó el distendimiento necesario como para que la libretita fuera puesta sobre el mostrador más de una vez y yo pudiera echarles vistazos rápidos para ver el contenido. Era una libreta de instrucciones. A menudo me preguntaba qué parte de la cadena la involucraba y cuán grande sería, pero no tendría la respuesta.
Hablaba demasiado, cada vez más y eso no era bueno para mí y podía ser involuntariamente peligroso. A mediados de diciembre se dio cuenta y fue cuando intentó seducirme. Creyó que yo ya sabía todo o casi todo. Su habilidad consistía primero en insistir en que tomase cierto dinero a manera de reconocimiento por la atención, la confianza y la rápida y segura diligencia. Demasiado peligroso. Me negué. Luego, cambiando el perfil, comenzó a ser más personal.
Yo ya sabía –advertido por un gerente que me llamó una tarde-, que el tema venía pesado y era muy gordo, que debía mantenerme equidistante, que me iba a explotar en la cara cuando menos lo piense. Ese mes recibí un buen aumento de sueldo sin que nada lo ameritara y supe que nadie de arriba quería dar la cara y que en todo caso, cuando todo se caiga yo sería el pastel de bodas en el banco. Después de todo, pensé, no sabía tanto, en realidad no sabía nada y ya estaba bien jodido. Es más, salvo números de cuentas y algunos nombres que no me decían nada, exceptuando a Estela Mujica, nada sabía.
Una tarde a fines de diciembre, Estela Mujica dejó su libretita adrede sobre el mostrador. El nombre de quien ordenaba las transferencias era Manuel Anchorena… a la cuenta de un secretario de la Presidencia de la República. “¡Qué lo parió!” se me escapó. Justo lo que ella estaba esperando.
-Ahora ya sabés- me dijo.
-Está equivocada, yo no sé ni quiero saber nada.
-Imposible. Te espero cuando salgas del banco, tomamos algo y charlamos.
-Lo siento, pero no- atiné, sin salir de mi asombro.
Pero siete y media estaba ahí, discretamente. Pegué la vuelta a la esquina y ella apurando el paso me interceptó, me miró, y sin decir nada caminó conmigo. Se había puesto un perfume que ahora mismo, si cierro los ojos y aspiro, lo puedo oler. Sin decir nada fuimos a un boliche cualquiera. Yo pedí n refresco y ella un escocés. Después yo también. Fueron varios.
Estela Mujica era la amante de Manuel Anchorena. El y yo, desde aquella noche, compartíamos amante y de paso, también terminé enterándome todos los detalles que no quería: ahora sí estaba bien jodido.
La discreción reinó los siguientes meses. Me aseguré de que no supiera dónde vivía, es más, vendí el apartamento y alquilé uno más pequeño en el centro de la ciudad, por las dudas. Para ese entonces ya estaba fuera del banco. El 4 de julio la cosa terminó por estallar. Teníamos un lugar de encuentro: la casa de una de sus amigas en un lugar balneario-a 30 minutos del centro-, que se había ausentado por viaje de estudios.
Ese 4 de julio de 1980, llegó a nuestro encuentro más tarde que de costumbre. Aunque intentó esforzarse, todo la delataba. En un momento en que estaba duchándose, subí a la azotea cuidadosamente. Un Renault rojo hacía guardia debajo de un roble como a veinte metros, donde dos luces de cigarrillos se movían como bailando un vals.
Luego no le quité los ojos a cualquier movimiento de ella, pensando desesperadamente la siguiente jugada. El Renault sin matrícula significaba que Manuel Anchorena lo descubrió.
En la cama Estela Mujica era otra, ignorante de lo que pasaba afuera y en medio del éxtasis, el veintidós largo cumplió su función tapado con una almohada. Ella estaba muerta. No testigos.
Huí por arriba y por detrás, llevándome la libretita conmigo: el único salvoconducto. Dejé el estéreo prendido como siempre y la tele prendida nomás que por el ruido para hacerme tiempo. Camino del aeropuerto y leyendo la famosa libretita ya sabía que tenía cuenta secreta en Suiza y su número. Mucha plata, mucha plata. Ella también comía de la torta de otros, ladrona de ladrones. Esa noche, me tomé un avión de cabotaje a Buenos Aires que tenía reservado hacía días con fecha abierta y enganché un avión a Porto Alegre. De allí a Ginebra y a Zúrich. Dos semanas vigilé movimientos, costumbres… todo. Un día a primera hora hice la operación, retiré el dinero y dejé la cuenta abierta desapareciendo inmediatamente de la ciudad. Ya en Madrid me compré una nueva identidad, cambié a este rostro, mucho mejor que el que tenía… es lo que tiene la seguridad del mucho dinero. Abrí una cuenta con esta nueva identidad y cuatro años después regresé aquí. La que Ud. ve es la bendita libreta de Anchorena. Por defender ésta mi nueva vida, es necesario no dejar rastros, ya asesiné a seis personas incluido al propio Anchorena hace dos meses. Todos accidentes.
Ahora ya lo sabe, justo cuando iba a hacer desaparecer la libreta. Ahora ha llegado Ud. y ya lo sabe todo. Ahora Ud. será, desde ahora, la próxima víctima.
Sampedro Lobo
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Le juro que yo no he leído nada, que no sé nada, que ni siquiera he estado aquí.

Espero que nadie le diga cual es mi IP.

:wink:
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sergio cassarino
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Mensaje sin leer por sergio cassarino »

[quote="Sampedro Lobo"]Le juro que yo no he leído nada, que no sé nada, que ni siquiera he estado aquí.

Espero que nadie le diga cual es mi IP.

:wink:[/quote]

Usted ya ha respondido...ergo...rastrear el IP es tan fácil como contar no hasta diez sino hasta tres...además ha desnudado otros datos que usted ignora que quedan en la web. Lo siento. Es cuestión de tiempo... y yo lo tengo.
Sampedro Lobo
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Mensaje sin leer por Sampedro Lobo »

Sinceramente, Sergio, su relato es, lo es para mí, sencillamente cautivador, con un argumento original y con un lenguaje fino y ameno.

Y no se lo digo para, conmoviéndolo, si acaso sucediera, desista usted de eliminar a otro testigo.

Ha sido un lujazo descubrir su prosa novelada. En verdad me ha parecido corta.

PS.- Por cierto, de su otro relato "El Elegido" si corrigiese un poco el formato[Se han anulado algunos espacios y se ven los signos del formato de texto] la lectura sería mucho más fácil.
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sergio cassarino
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[quote="Sampedro Lobo"]Sinceramente, Sergio, su relato es, lo es para mí, sencillamente cautivador, con un argumento original y con un lenguaje fino y ameno.

Y no se lo digo para, conmoviéndolo, si acaso sucediera, desista usted de eliminar a otro testigo.

Ha sido un lujazo descubrir su prosa novelada. En verdad me ha parecido corta.

PS.- Por cierto, de su otro relato "[B]El Elegido[/B]" si corrigiese un poco el [I]formato[/I][Se han anulado algunos espacios y se ven los signos del formato de texto] la lectura sería mucho más fácil.[/quote]

Bueno, gracias. Muy generoso tu comentario. En realidad pienso mas en imágenes que en palabras y mi inclinación es mas bien a versar si es que eso puedo hacer. Escribir de este modo es simplemente un ejercicio sin pretenciones para mover la neurona...jajaja... bien. Un abrazo cordial y montevideano para ti. Sergio. Ah... sí... olvido usar el editor visual...lamento no chequear eso antes de publicar. Mis disculpas.
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sergio cassarino
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[quote="sergio cassarino"][quote="Sampedro Lobo"]Sinceramente, Sergio, su relato es, lo es para mí, sencillamente cautivador, con un argumento original y con un lenguaje fino y ameno.

Y no se lo digo para, conmoviéndolo, si acaso sucediera, desista usted de eliminar a otro testigo.

Ha sido un lujazo descubrir su prosa novelada. En verdad me ha parecido corta.

PS.- Por cierto, de su otro relato "[B]El Elegido[/B]" si corrigiese un poco el [I]formato[/I][Se han anulado algunos espacios y se ven los signos del formato de texto] la lectura sería mucho más fácil.[/quote]

Bueno, gracias. Muy generoso tu comentario. En realidad pienso mas en imágenes que en palabras y mi inclinación es mas bien a versar si es que eso puedo hacer. Escribir de este modo es simplemente un ejercicio sin pretenciones para mover la neurona...jajaja... bien. Un abrazo cordial y montevideano para ti. Sergio. Ah... sí... olvido usar el editor visual...lamento no chequear eso antes de publicar. Mis disculpas.[/quote]

Bueno... he corregido ya El Elegido. Gracias por la advertencia una vez mas. Sergio.
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Ricardo Serna G
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sergio cassarino,
Interesante y original
Gracias por compartir tu arte..

Un abrazo fuerte, amigo
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Ricardo Serna G
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sergio cassarino
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[quote="Ricardo Serna G"][B]sergio cassarino[/B],
Interesante y original
Gracias por compartir tu arte..

Un abrazo fuerte, amigo[/quote]

Una gentileza de tu parte Ricardo, gracias. Un saludo cordial y afectuoso. Sergio.
Liz Barrio
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re: CAMBIO DE VIDA

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¡Bravo! Espléndido cuento, con maestría escrito, atrapa de principio a fin.
Un placer leerte. Gracias por subirlo.
Abrazos para ti
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Javier Dicenzo
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Hola amigos, estoy tratando de volver a la narrativa corta mis cuentos no son muy largos o mejor dicho mi narrativa corta, pero me gustaría saber si me pueden ayudar estoy intentando volver y por que no alguna vez publicar una novela corta.
abrazos amigos y espero sus opiniones, para escribir y corregir mis escritos.
javier
Abel Sal
Mensajes: 360
Registrado: Lun, 06 Sep 2010 11:04

Mensaje sin leer por Abel Sal »

Querido Sergio, te leí a veinticuatro cuadros. Por momentos traté de adivinar el final, en otros descuidé esa pretención. Por instantes, creí estar leyendo a Alejandro Dolina. Tal vez, en el estilo arrabalero de: "Pegué la vuelta a la esquina y ella apurando el paso me interceptó, me miró, y sin decir nada caminó conmigo..." -casi como cuando llega una mina para bailar milonga- me aparece la dirección de Sergio Cassarino. El final, con el sello inconfundible. Una obra que no necesita de creditos.
A proposito: che, yo nunca leí nada...eh?...a menos que tires un sope.
Deja la bolsa en la esquina de Anchorena y Cordoba, como si fuera de basura, viste?
Ya recibiras instrucciones mañana, a eso de las siete, sabes?

Que maestría, hermano.
Te dejo un abrazo.
Julieto.
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