JODIDO
Publicado: Mié, 21 Jul 2010 23:15
Hoy no me consuelan vuestros versos,
lo siento, no es culpa vuestra.
Hoy es uno de esos días tristes.
Triste de cojones, de los definitorios y de los definitivos.
De esos en los que te juegas, de un plumazo
media vida. O casi.
De esos en los que ves como se diluye, como arena,
la mitad, o casi, de tu vida.
Y no puedes hacer nada, que es lo jodido.
Y vosotros, fieles y queridos compañeros
diréis, -y con razón-:
- mas penas al saco del olvido
Seguramente, por compasión, las disfrazareis
con bellos argumentos y florituras.
Me daréis consejos intentando –vanamente-
levantarme el ánimo.
No lo hagáis, os lo agradezco de antemano.
Leed, si queréis, y sentidme lástima, si queréis,
para vuestros adentros.
No os voy a dar explicaciones, porque no vienen al caso.
Inventad alguna, cualquiera es válida, bien lo sabéis.
Solo quiero dejar el eco de mi melancolía, mi rabia,
mi frustración, y mi vacío.
Solo el eco, en el transcurrir de estos versos.
Seguro que vosotros, poetas todos de la melancolía,
sabéis de qué os hablo. Sabéis porqué os grito y sabéis porqué os canto.
Como intuís del silencio penoso que me funde el corazón
en este instante.
No ha cabida nada. No ha sortilegio que valga. Ni palabra que ocupe
el vacío, cuando este doblega el alma al irremediable.
Barrunto a lo lejos esperanzas, pero eso contrapuntea más, si cabe,
mi presente. Lo hace más cruel, más ruin, si cabe. Más absurdo.
Sí. Cabe.
Cabe mucho más. Porque el segundero se atasca a cada paso, más y más y más,
pero mucho más.
Porque quiere el destino regodearse en mi miseria.
¿Por qué quiere el destino regodearse en mi miseria,
precisamente, hoy?
Me duele la felicidad de los demás, ahora.
¿Qué me decís a eso?
No, no digáis nada, no seáis más crueles aún conmigo. Lo sé de sobra.
Es curioso.
Las palabras, los versos, no hacen sino licuar aún más mis venas.
Ya de por sí ajadas de tanto escarnio como se le obliga al poeta.
Yo, inocente, que pensaba que el verbo catapultaba mi alma al infinito,
y no hace más que hurgar, insistente, en una herida abierta de par en par.
Una herida que os abro para que veáis lo que duele el amor.
Ese al que veneráis y que tanto os quita.
Llegado a este punto, -pensareis- no hay mucho más que rescatar.
Y tenéis razón.
Como siempre.
11/3/2010
lo siento, no es culpa vuestra.
Hoy es uno de esos días tristes.
Triste de cojones, de los definitorios y de los definitivos.
De esos en los que te juegas, de un plumazo
media vida. O casi.
De esos en los que ves como se diluye, como arena,
la mitad, o casi, de tu vida.
Y no puedes hacer nada, que es lo jodido.
Y vosotros, fieles y queridos compañeros
diréis, -y con razón-:
- mas penas al saco del olvido
Seguramente, por compasión, las disfrazareis
con bellos argumentos y florituras.
Me daréis consejos intentando –vanamente-
levantarme el ánimo.
No lo hagáis, os lo agradezco de antemano.
Leed, si queréis, y sentidme lástima, si queréis,
para vuestros adentros.
No os voy a dar explicaciones, porque no vienen al caso.
Inventad alguna, cualquiera es válida, bien lo sabéis.
Solo quiero dejar el eco de mi melancolía, mi rabia,
mi frustración, y mi vacío.
Solo el eco, en el transcurrir de estos versos.
Seguro que vosotros, poetas todos de la melancolía,
sabéis de qué os hablo. Sabéis porqué os grito y sabéis porqué os canto.
Como intuís del silencio penoso que me funde el corazón
en este instante.
No ha cabida nada. No ha sortilegio que valga. Ni palabra que ocupe
el vacío, cuando este doblega el alma al irremediable.
Barrunto a lo lejos esperanzas, pero eso contrapuntea más, si cabe,
mi presente. Lo hace más cruel, más ruin, si cabe. Más absurdo.
Sí. Cabe.
Cabe mucho más. Porque el segundero se atasca a cada paso, más y más y más,
pero mucho más.
Porque quiere el destino regodearse en mi miseria.
¿Por qué quiere el destino regodearse en mi miseria,
precisamente, hoy?
Me duele la felicidad de los demás, ahora.
¿Qué me decís a eso?
No, no digáis nada, no seáis más crueles aún conmigo. Lo sé de sobra.
Es curioso.
Las palabras, los versos, no hacen sino licuar aún más mis venas.
Ya de por sí ajadas de tanto escarnio como se le obliga al poeta.
Yo, inocente, que pensaba que el verbo catapultaba mi alma al infinito,
y no hace más que hurgar, insistente, en una herida abierta de par en par.
Una herida que os abro para que veáis lo que duele el amor.
Ese al que veneráis y que tanto os quita.
Llegado a este punto, -pensareis- no hay mucho más que rescatar.
Y tenéis razón.
Como siempre.
11/3/2010