Editorial Alaire

Pilar Morte escribió:Madre, déjame asirme a tu regazo
que no tengo palabras que abarquen tanto frío.
Tus brazos aún son lumbre en el recuerdo
-el tiempo en que tus pechos serenaban mi vida-

Madre,
como cuando era niña y licuabas las ruinas,
así, suaves tus manos
y fuerte el corazón.

Necesito que vuelvan tus sentidos
me ha quebrado la vida y temo el sufrimiento
(es la serpiente que persiguió mi sangre
y evaporó la risa)

Devuélveme a tu vientre
que me quedé sin fuerzas para tanto pozo
y es profunda la ciénaga
que habita la tristeza,
óxido que deshace las yemas de mis dedos
de arañar los horrores.

¿Lo entiendes, madre?
¿Comprendes los fragmentos y mi huída?
Ya apagué la mirada y borré el pentagrama
bajo la sed de arena de mi lengua.
Ya se cegó la luz hasta hacerse tiniebla.

Me diste un sueño
y mira el abandono,
el dolor donde habitan las lajas del fracaso.

Hoy me he quedado sola,
roto el paisaje, el sinsentido de las horas.

Y solo puedo darte la brisa de mis miedos.

pablo_valladolid escribió:Pilar,

muy, muy hermoso. Sobre todo acentuando en el epicentro a la madre. Germen de todo.

"¿Lo entiendes, madre?"

Cuanto de súplica y esperanza lleva ese verso, Pilar.

Y cuantas madres llevamos dentro.

Un fuerte abrazo, compañera.

Juan Fionello escribió:Sí, es muy hermoso, y transmite una tristeza profunda y estremecedora. Me ha dejado con pocas palabras, Pilar, solo me queda decirte que me parece un poema muy bueno.

Un abrazo.

Rafel Calle escribió:

Pilar Morte escribió:Madre, déjame asirme a tu regazo
que no tengo palabras que abarquen tanto frío.
Tus brazos aún son lumbre en el recuerdo
-el tiempo en que tus pechos serenaban mi vida-

Madre,
como cuando era niña y licuabas las ruinas,
así, suaves tus manos
y fuerte el corazón.

Necesito que vuelvan tus sentidos
me ha quebrado la vida y temo el sufrimiento
(es la serpiente que persiguió mi sangre
y evaporó la risa)

Devuélveme a tu vientre
que me quedé sin fuerzas para tanto pozo
y es profunda la ciénaga
que habita la tristeza,
óxido que deshace las yemas de mis dedos
de arañar los horrores.

¿Lo entiendes, madre?
¿Comprendes los fragmentos y mi huída?
Ya apagué la mirada y borré el pentagrama
bajo la sed de arena de mi lengua.
Ya se cegó la luz hasta hacerse tiniebla.

Me diste un sueño
y mira el abandono,
el dolor donde habitan las lajas del fracaso.

Hoy me he quedado sola,
roto el paisaje, el sinsentido de las horas.

Y solo puedo darte la brisa de mis miedos.

............................................................................................

Menudo poema para abrir el fuego de nuestro libro, querida amiga Pilar. De lo mejor que te he leído últimamente.
Ternura infinita, cariño a raudales en una obra, como dicen los compañeros, hermosísima.
Ay la madre, cómo se echa de menos.
En fin, felicidades por este gran homenaje a una figura capital del humano.
Ha sido un placer leerte.
Un fuerte abrazo.