NO HACE FALTA QUE DIGAS NADA
Publicado: Mié, 07 Jul 2010 2:59
Sucedió una noche de San Juan,
pero yo ya no me acuerdo,
ya sabes como soy yo para las fechas.
Sucedió y acá estamos.
Con todas las miserias a cuestas,
con los recelos, los celos
y las indiferencias.
Estamos y vivimos. En mundos diferentes quizá
y unidos por el hilo del cariño,
de los recuerdos y la convivencia.
Estamos y vivimos
porque nos acostumbramos el uno al otro,
porque el roce hace arte
de la amistad sincera.
Y así seguiremos
mientras nuestras manos se junten al andar
y el caminar se haga más llevadero.
Aprendimos, mas bien tarde,
a mirarnos a los ojos sin hacernos llorar,
a hablarnos de los amantes que tuvimos,
a besarnos sin la necesidad
de cruzar los dedos.
Aprendimos a entender los silencios que se cruzar,
sin preguntar –¿que estás pensando?-,
porque sabemos de donde vienen las miradas perdidas
y a donde irán a parar los deseos, luego,
en el silencio.
Ahora sabemos
que el amor es un lujo que se reparte
como un cupón de ciegos,
que a quien le toca está perdido
y a quien no, se conforma con seguir viviendo.
No hace falta que digas nada,
ámame a tu manera,
sin grandes palabras, sin grandes gestos,
con pequeños perdones,
que yo pondré el resto.
Pondré las risas, la imaginación, las lágrimas.
Pondré las palabras en los lienzos blancos
para que tú, a hurtadillas,
sepas como se va desarrollando mi tiempo.
Pondré las sábanas, los orgasmos,
y las caricias que han de recorrer tu cuerpo.
Pondré las puestas de sol y los amaneceres
en su justo sitio, donde puedas alcanzarlas
con solo mover un dedo.
Delinearé como cirujano pequeños senderos
para que no se te pierda la ilusión
y hablaré con los muertos, si es preciso,
para que hagan despejar las brumas
que atormentan tus recelos.
Te acunaré mientras te duermes
y mientras duermes cuidaré de tus sueños
en una vigilia aprendida en el tiempo.
Te lavaré los rojos y tenderé al sol tus azules
para que veas más lejos.
Si,
porque amar es eso,
regalar la sangre que no tiene nombre
para que el otro pueda seguir viviendo.
Sucedió una noche de San Juan.
No hace falta que digas nada,
te quiero.
pero yo ya no me acuerdo,
ya sabes como soy yo para las fechas.
Sucedió y acá estamos.
Con todas las miserias a cuestas,
con los recelos, los celos
y las indiferencias.
Estamos y vivimos. En mundos diferentes quizá
y unidos por el hilo del cariño,
de los recuerdos y la convivencia.
Estamos y vivimos
porque nos acostumbramos el uno al otro,
porque el roce hace arte
de la amistad sincera.
Y así seguiremos
mientras nuestras manos se junten al andar
y el caminar se haga más llevadero.
Aprendimos, mas bien tarde,
a mirarnos a los ojos sin hacernos llorar,
a hablarnos de los amantes que tuvimos,
a besarnos sin la necesidad
de cruzar los dedos.
Aprendimos a entender los silencios que se cruzar,
sin preguntar –¿que estás pensando?-,
porque sabemos de donde vienen las miradas perdidas
y a donde irán a parar los deseos, luego,
en el silencio.
Ahora sabemos
que el amor es un lujo que se reparte
como un cupón de ciegos,
que a quien le toca está perdido
y a quien no, se conforma con seguir viviendo.
No hace falta que digas nada,
ámame a tu manera,
sin grandes palabras, sin grandes gestos,
con pequeños perdones,
que yo pondré el resto.
Pondré las risas, la imaginación, las lágrimas.
Pondré las palabras en los lienzos blancos
para que tú, a hurtadillas,
sepas como se va desarrollando mi tiempo.
Pondré las sábanas, los orgasmos,
y las caricias que han de recorrer tu cuerpo.
Pondré las puestas de sol y los amaneceres
en su justo sitio, donde puedas alcanzarlas
con solo mover un dedo.
Delinearé como cirujano pequeños senderos
para que no se te pierda la ilusión
y hablaré con los muertos, si es preciso,
para que hagan despejar las brumas
que atormentan tus recelos.
Te acunaré mientras te duermes
y mientras duermes cuidaré de tus sueños
en una vigilia aprendida en el tiempo.
Te lavaré los rojos y tenderé al sol tus azules
para que veas más lejos.
Si,
porque amar es eso,
regalar la sangre que no tiene nombre
para que el otro pueda seguir viviendo.
Sucedió una noche de San Juan.
No hace falta que digas nada,
te quiero.