
“De hoy tenerte aquí, conmigo te haría un rosca de naranja”.
Te tomaría las manos y las apretaría con fuerza. Como cuando se es niño y se atrapa el hilo del cometa, que se teme salga huyendo, buscando el sol. Así te fuiste tú (como cometa de colorines) una mañana con el alba, pintando de rosas la ventana. Partiste el mismo mes en que naciste volando alto, con tus ojos pintando de azul el cielo, que seguro te abrazo cuando llegaste. No olvido nunca el color de tus ojos, el permanente y el que entintaba tu mirada al final de tus días. No había más azul que yo conociera que tus ojos, y el en remate de tu vida, la muerte te arrebató su colorido. Cree ella que te venció. Pobre ilusa, dejó tanto tuyo desperdigado por la casa y en cada ángulo de nuestras esencias para siempre.
¿Lo escuchas? Me dijiste en tus últimos momentos.¿Que si escucho, qué? Te preguntaba. El piano, que toca dulcemente.¿ Lo ves? Repetías. ¿A quién? Preguntaba yo. Al niño de sombrero de paja y ojos azules. Y entonces… comprendí. Eras tú. Tu otra parte, que venía en tu encuentro y después, tan sólo sonreíste y fue cuando también yo lo vi y de mi boca se descolgó una sonrisa. Tu mano…soltó en ese instante, el cometa.