PRIMERA CARTA A MELISA
Publicado: Lun, 21 Jun 2010 3:29
Casta melisa,
por la presente te envío un duende
embrujador de mi quebrando.
Por la presente, un trozo de mirada
te mando.
Por la presente un miedo,
un espasmo,
un gozo,
lanzo.
Fiel Melisa,
este trovador casi difunto
tiene miedo de no volver a verte,
a sentirte,
a olerte
a gozarte.
Gozar de tu mirada junto al Albariño.
Gozar de tus manos sobre las mías,
en París, junto a aquel café,
ya frío por la quietud de nuestros
labios.
Nunca dije mas bellas palabras que aquellas
que no pronuncié esa tarde.
Ni suspiros salieron de mí, mas hermosos,
que aquellos que te hacían sonreír,
inmaculada.
Añorada Melisa,
releo ahora cartas
y rememoro versos y sueños.
Una sonrisa arquea mis labios
y una lágrima solapa mi mueca.
Querida melisa,
que ingenuos fuimos.
Si tuviera tiempo ahora,
cuantas miradas a tus negros ojos
no habría de lanzar,
cuantos besos no habría de ofrecerte,
cuantos roces...
cuantos silencios no habría de gritarte,
amada Melisa.
Ahora,
desde la serenidad que da la vejez
y la experiencia que dan los años,
¡ cuanto amor perdido !
¡ cuantos paseos descalzos
por la arena caliente !
Dulce Melisa,
que triste planear ahora,
sobre las nubes de antaño.
Que cruel enamorarse ahora,
cuando la muerte me mira, quedamente,
al pie de la cama.
Que vida, vacía,
mas inútil.
¡ con toda la pasión que aún llevo dentro !
Hasta mañana, mi amor, mi Melisa.
por la presente te envío un duende
embrujador de mi quebrando.
Por la presente, un trozo de mirada
te mando.
Por la presente un miedo,
un espasmo,
un gozo,
lanzo.
Fiel Melisa,
este trovador casi difunto
tiene miedo de no volver a verte,
a sentirte,
a olerte
a gozarte.
Gozar de tu mirada junto al Albariño.
Gozar de tus manos sobre las mías,
en París, junto a aquel café,
ya frío por la quietud de nuestros
labios.
Nunca dije mas bellas palabras que aquellas
que no pronuncié esa tarde.
Ni suspiros salieron de mí, mas hermosos,
que aquellos que te hacían sonreír,
inmaculada.
Añorada Melisa,
releo ahora cartas
y rememoro versos y sueños.
Una sonrisa arquea mis labios
y una lágrima solapa mi mueca.
Querida melisa,
que ingenuos fuimos.
Si tuviera tiempo ahora,
cuantas miradas a tus negros ojos
no habría de lanzar,
cuantos besos no habría de ofrecerte,
cuantos roces...
cuantos silencios no habría de gritarte,
amada Melisa.
Ahora,
desde la serenidad que da la vejez
y la experiencia que dan los años,
¡ cuanto amor perdido !
¡ cuantos paseos descalzos
por la arena caliente !
Dulce Melisa,
que triste planear ahora,
sobre las nubes de antaño.
Que cruel enamorarse ahora,
cuando la muerte me mira, quedamente,
al pie de la cama.
Que vida, vacía,
mas inútil.
¡ con toda la pasión que aún llevo dentro !
Hasta mañana, mi amor, mi Melisa.