Gracias por ser
Publicado: Sab, 19 Jun 2010 12:23
He visto la ventana y el cuerpo,
la cicatriz como una señal de bienvenida
o círculo.
Tu cuerpo, quizá esponja o ese mar olvidado en las rodillas
de tu mapa anfibio, sin sol ni atlantes.
De mi mano las flores de azar, los arpegios,
la ceniza intrascendente del jazz, el ombligo de una copa,
las pinturas doblándote la sien, el murciélago de una afirmación
que yace como alud.
Si, fueron años de alcohol y jueves, mientras la ola
con su escapulario gris nos desnudaba.
Y luego el viaje, los pentagramas que hicieron eco en la furia,
la luz carcomida por la prisión del asfalto y del ardor.
Te tuve como un abrazo, entre la sal y los dormitorios blancos,
entre el Danubio de una luz vieja y su melancolía,
con la sed que las hormigas tatúan en las ingles
de una cruz roja.
Los años abrieron página, tu vestido malva, tu labio de perfume,
tu vuelo hacia los puentes, tu garganta sin espectro ni memoria
regresan y son adiós o alfil.
¿Cuál es el ejercicio de la piedad que no enmascara
el incólume epitafio del tiempo?
Hubo países sin sangre, el eco de una música
o el filo de un noviembre en la silaba perfecta
de la madame.
De nuevo el manuscrito de las ciudades-que hablan
y dejan un oscuro pétalo de fiebre-como el tesoro
de un atleta en su maquillaje de alba.
Y bien,¿dónde las raíces, el espejo deshabitado,
los mil cromosomas que delinquen tras el labio?
Años y más años, la oscura certidumbre del deseo,
las orillas como la lengua amorfa de tu más dócil animal
de compañía.
Te doy la mano y siento la aspereza de una vida sin átomos.
Pero sé que eres real cuando en tu anillo existe una pregunta
que me nombra o danzan sueños entre tu seno y un dios.
Gracias por ser.
la cicatriz como una señal de bienvenida
o círculo.
Tu cuerpo, quizá esponja o ese mar olvidado en las rodillas
de tu mapa anfibio, sin sol ni atlantes.
De mi mano las flores de azar, los arpegios,
la ceniza intrascendente del jazz, el ombligo de una copa,
las pinturas doblándote la sien, el murciélago de una afirmación
que yace como alud.
Si, fueron años de alcohol y jueves, mientras la ola
con su escapulario gris nos desnudaba.
Y luego el viaje, los pentagramas que hicieron eco en la furia,
la luz carcomida por la prisión del asfalto y del ardor.
Te tuve como un abrazo, entre la sal y los dormitorios blancos,
entre el Danubio de una luz vieja y su melancolía,
con la sed que las hormigas tatúan en las ingles
de una cruz roja.
Los años abrieron página, tu vestido malva, tu labio de perfume,
tu vuelo hacia los puentes, tu garganta sin espectro ni memoria
regresan y son adiós o alfil.
¿Cuál es el ejercicio de la piedad que no enmascara
el incólume epitafio del tiempo?
Hubo países sin sangre, el eco de una música
o el filo de un noviembre en la silaba perfecta
de la madame.
De nuevo el manuscrito de las ciudades-que hablan
y dejan un oscuro pétalo de fiebre-como el tesoro
de un atleta en su maquillaje de alba.
Y bien,¿dónde las raíces, el espejo deshabitado,
los mil cromosomas que delinquen tras el labio?
Años y más años, la oscura certidumbre del deseo,
las orillas como la lengua amorfa de tu más dócil animal
de compañía.
Te doy la mano y siento la aspereza de una vida sin átomos.
Pero sé que eres real cuando en tu anillo existe una pregunta
que me nombra o danzan sueños entre tu seno y un dios.
Gracias por ser.