A LOS QUE HILVANARON SIN REQUERIR A LA HEBRA SU PERMISO
Publicado: Dom, 06 Jun 2010 20:48
A LOS QUE HILVANARON SIN REQUERIR A LA HEBRA SU PERMISO
La vida es tan puta,
que cuando la hiedra que socava el vientre de la oruga se reseca,
triplica su inventario en las esquinas.
Sus manos condensaron
el valor de un transfondo eternamente ambiguo.
Incluso la sapiencia pecó en el caso
al no saber que hacer con el inicio al instante.
Como la causa disuelta en un paladar hecho de arena
o el camino bifurcándose en el casting de los sueños,
en el labio que duda cuando le escupen acordes,
en la luz que expira tras el origen de las sombras.
A los que hilvanaron sin requerir a la hebra su permiso les digo:
“La existencia es una senda de ligueros,
de muslos con visera cuando el sol aprieta”
La sal arrecia sobre el tedio
del que pellizca la escucha cuando hacia mí se dirige
mientras me niego a formar parte.
La idílica obra comenzó hace ya mucho,
una vuelta de tuerca mas en la tela que teje el abismo
donde aún queda hueco para las palabras sin trasfondo.
Me lanzo,
hurgo en la semilla del acontecimiento
y el interrogante se me escapa
tras el punto que rueda cuesta abajo,
solo el rumor de los números me indica la causa;
un despido extemporáneo en la calma,
un formato concéntrico tras una orgía de disfraces,
una epidemia en su estado ascendente consentida.
Y enfermó la tierra si,
enfermó la tierra febril de bestias
que juegan a ver quien desvirga con la orina mas terreno.
Y cabalgo a lomos del silencio,
irremediablemente prófugo en la infancia,
un proxeneta con la única virtud de atrincherarse
en la sonrisa tapiada de una efigie ante el milagro,
Silábico en mi huida,
hasta hurgar con el dedo en la llaga
de un lugar inexplorado y blanco,
blanco del todo por su ausencia.
Mientras, la luz desarrolla en su intento su estado original,
su verbo indemne ante las mieles del arraigo.
No hay razón para no creer
que solo presumen de entretela las manzanas.
La vida es tan puta,
que cuando la hiedra que socava el vientre de la oruga se reseca,
triplica su inventario en las esquinas.
Sus manos condensaron
el valor de un transfondo eternamente ambiguo.
Incluso la sapiencia pecó en el caso
al no saber que hacer con el inicio al instante.
Como la causa disuelta en un paladar hecho de arena
o el camino bifurcándose en el casting de los sueños,
en el labio que duda cuando le escupen acordes,
en la luz que expira tras el origen de las sombras.
A los que hilvanaron sin requerir a la hebra su permiso les digo:
“La existencia es una senda de ligueros,
de muslos con visera cuando el sol aprieta”
La sal arrecia sobre el tedio
del que pellizca la escucha cuando hacia mí se dirige
mientras me niego a formar parte.
La idílica obra comenzó hace ya mucho,
una vuelta de tuerca mas en la tela que teje el abismo
donde aún queda hueco para las palabras sin trasfondo.
Me lanzo,
hurgo en la semilla del acontecimiento
y el interrogante se me escapa
tras el punto que rueda cuesta abajo,
solo el rumor de los números me indica la causa;
un despido extemporáneo en la calma,
un formato concéntrico tras una orgía de disfraces,
una epidemia en su estado ascendente consentida.
Y enfermó la tierra si,
enfermó la tierra febril de bestias
que juegan a ver quien desvirga con la orina mas terreno.
Y cabalgo a lomos del silencio,
irremediablemente prófugo en la infancia,
un proxeneta con la única virtud de atrincherarse
en la sonrisa tapiada de una efigie ante el milagro,
Silábico en mi huida,
hasta hurgar con el dedo en la llaga
de un lugar inexplorado y blanco,
blanco del todo por su ausencia.
Mientras, la luz desarrolla en su intento su estado original,
su verbo indemne ante las mieles del arraigo.
No hay razón para no creer
que solo presumen de entretela las manzanas.