Lluvia en la noche
Publicado: Mié, 21 Abr 2010 23:41
En la noche, sosegada, silenciosa, elegante,
caminas a golpe de oda cristalina.
Tú, que llevas el orgullo en tu húmeda garganta,
que bramas cuando se te excita tu cielo,
que aguardas a la madrugada
para escuchar entre tu llanto, un cálido beso de enamorados.
Tú, que no entiendes de complicidad,
que arriesgas tu esencia deslizándote en cada ventana,
que en la gris mañana, obras de cortina pasajera
y capa de cristal con destellos de farola urbana.
Tú, que a la noche envuelves en misterio,
en capítulo de amor, en cuna de espejos,
que a lo lejos, balbuceas como potros en celo,
deja que vuele la ausencia,
la semilla de la soledad que invade las calles,
gira la llave de tu belleza,
no tengas pereza, al proteger tu encaje.
Tú, que entiendes cual es el momento oportuno,
que humedeces pastos, hierbas, flores y paisajes,
y obligas, a trasladar el equipaje del vagabundo.
Tú, que viajas por el mundo de ramaje en ramaje,
de tejado en tejado, que impones al soldado
la protección de la trinchera,
a la llama, la ceniza del caer derrotado,
al exiliado, las lágrimas de su quimera.
Tú, que bailas entre huracanes y vientos,
y como polvo te esparces cuando al invierno visitas,
entre soles, divisas, un arco iris enamorado,
y, en primavera, en verano, me refrescas la piel,
y endulzas la miel,
fruto del polen que la abeja porta con sumo cuidado.
Tú, que golpeas el cristal a cada visita, como saludo obligado,
no olvides, que no habrá legado, donde no llegue tu lengua,
dadnos una tregua, y haznos respirar vida de tu baile,
que no existe mayor enjambre, que esas lágrimas de cristal,
ese inmenso mar, y esas gotas de lluvia,
cuando las arrastra el aire.
Tú, sola en la noche,
yo, sentado, quimérico duende a tu silencio encadenado.
caminas a golpe de oda cristalina.
Tú, que llevas el orgullo en tu húmeda garganta,
que bramas cuando se te excita tu cielo,
que aguardas a la madrugada
para escuchar entre tu llanto, un cálido beso de enamorados.
Tú, que no entiendes de complicidad,
que arriesgas tu esencia deslizándote en cada ventana,
que en la gris mañana, obras de cortina pasajera
y capa de cristal con destellos de farola urbana.
Tú, que a la noche envuelves en misterio,
en capítulo de amor, en cuna de espejos,
que a lo lejos, balbuceas como potros en celo,
deja que vuele la ausencia,
la semilla de la soledad que invade las calles,
gira la llave de tu belleza,
no tengas pereza, al proteger tu encaje.
Tú, que entiendes cual es el momento oportuno,
que humedeces pastos, hierbas, flores y paisajes,
y obligas, a trasladar el equipaje del vagabundo.
Tú, que viajas por el mundo de ramaje en ramaje,
de tejado en tejado, que impones al soldado
la protección de la trinchera,
a la llama, la ceniza del caer derrotado,
al exiliado, las lágrimas de su quimera.
Tú, que bailas entre huracanes y vientos,
y como polvo te esparces cuando al invierno visitas,
entre soles, divisas, un arco iris enamorado,
y, en primavera, en verano, me refrescas la piel,
y endulzas la miel,
fruto del polen que la abeja porta con sumo cuidado.
Tú, que golpeas el cristal a cada visita, como saludo obligado,
no olvides, que no habrá legado, donde no llegue tu lengua,
dadnos una tregua, y haznos respirar vida de tu baile,
que no existe mayor enjambre, que esas lágrimas de cristal,
ese inmenso mar, y esas gotas de lluvia,
cuando las arrastra el aire.
Tú, sola en la noche,
yo, sentado, quimérico duende a tu silencio encadenado.