Publicado: Jue, 22 May 2014 12:06
Un hermoso poema, Hallie, que arrastra estéticamente hasta su final. Me ha encantado leerte, compañera.
Recibe un abrazo.
Felipe.
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Hallie Hernández Alfaro escribió:.
Sé de mi renacimiento en la calle Soledat,
la llovizna bautismal bajo el techo de Madrid,
los significados de la ternura en Buenos Aires,
la flor amarilla en el trópico caramelizado.
No olvido la fantasía universal de Silvina Ocampo,
las primaveras salpicadas por los sonetos de Borges,
Machado y Miguel en la saeta de los corazones ancestrales.
El miedo a las almohadas de pluma cuando abría los libros de Quiroga,
el cuervo de Alan en los tranvías nocturnos.
Tango, tango, tango.
Estallido de arrabal en las piernas,
lujuria del ocho, sur y compás.
Nido, patria, bares, exilio, turbas, piquetes; luciérnagas.
Un espectro de nombres casuales, olvidadizos,
enterrados en el estrecho cementerio del karma.
En cada paso, en cada respiración,
buscaba tu existencia.
Seminario de caricias
para aprender de memoria tu postura,
la forma de tus manos,
el logo de tus secretos,
ese icono que tocase con sólo un roce, tu alma.
Crecí en la barra de los días azules,
lubriqué sendas, escruté olivos, disipé temores.
Los otros, múltiplos del yo, te sabían con certeza;
dejaban migas de pan en las vías del continente,
flechas y cupidos en robles milenarios;
perfumaban los suburbios, cruzaban sin prudencia los océanos.
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Antonio Justel escribió:Hallie Hernández Alfaro escribió:.
Sé de mi renacimiento en la calle Soledat,
la llovizna bautismal bajo el techo de Madrid,
los significados de la ternura en Buenos Aires,
la flor amarilla en el trópico caramelizado.
No olvido la fantasía universal de Silvina Ocampo,
las primaveras salpicadas por los sonetos de Borges,
Machado y Miguel en la saeta de los corazones ancestrales.
El miedo a las almohadas de pluma cuando abría los libros de Quiroga,
el cuervo de Alan en los tranvías nocturnos.
Tango, tango, tango.
Estallido de arrabal en las piernas,
lujuria del ocho, sur y compás.
Nido, patria, bares, exilio, turbas, piquetes; luciérnagas.
Un espectro de nombres casuales, olvidadizos,
enterrados en el estrecho cementerio del karma.
En cada paso, en cada respiración,
buscaba tu existencia.
Seminario de caricias
para aprender de memoria tu postura,
la forma de tus manos,
el logo de tus secretos,
ese icono que tocase con sólo un roce, tu alma.
Crecí en la barra de los días azules,
lubriqué sendas, escruté olivos, disipé temores.
Los otros, múltiplos del yo, te sabían con certeza;
dejaban migas de pan en las vías del continente,
flechas y cupidos en robles milenarios;
perfumaban los suburbios, cruzaban sin prudencia los océanos.
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... multidimensional y reconectando todos tus yoes para extractar el mundo y dejárnoslo en este poema universal; cuánto has crecido y sigues creciendo, Hallie, poetisa estimada de última y gran generación; cuánta madurez has acumulado cuando acudes a cualquier parte o rito para ensartarlo en tus versos de oro, amiga; y cuánto lo celebro, es un honor; Orión
Felipe Fuentes García escribió:Un hermoso poema, Hallie, que arrastra estéticamente hasta su final. Me ha encantado leerte, compañera.
Recibe un abrazo.
Felipe.
A un amor inmortal. Has desarrollado con gran potencia el tema metafisico de la reincarnacion. Veo elementos de hinduismo y el ciclo karmatico. Es un poema extraordinario y rebosante de lirismo. Te felicito, Hallie por tu grandeza creativa. Un abrazo grande, ERAHallie Hernández Alfaro escribió:.
Sé de mi renacimiento en la calle Soledat,
la llovizna bautismal bajo el techo de Madrid,
los significados de la ternura en Buenos Aires,
la flor amarilla en el trópico caramelizado.
No olvido la fantasía universal de Silvina Ocampo,
las primaveras salpicadas por los sonetos de Borges,
Machado y Miguel en la saeta de los corazones ancestrales.
El miedo a las almohadas de pluma cuando abría los libros de Quiroga,
el cuervo de Alan en los tranvías nocturnos.
Tango, tango, tango.
Estallido de arrabal en las piernas,
lujuria del ocho, sur y compás.
Nido, patria, bares, exilio, turbas, piquetes; luciérnagas.
Un espectro de nombres casuales, olvidadizos,
enterrados en el estrecho cementerio del karma.
En cada paso, en cada respiración,
buscaba tu existencia.
Seminario de caricias
para aprender de memoria tu postura,
la forma de tus manos,
el logo de tus secretos,
ese icono que tocase con sólo un roce, tu alma.
Crecí en la barra de los días azules,
lubriqué sendas, escruté olivos, disipé temores.
Los otros, múltiplos del yo, te sabían con certeza;
dejaban migas de pan en las vías del continente,
flechas y cupidos en robles milenarios;
perfumaban los suburbios, cruzaban sin prudencia los océanos.
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