limpiarla de la sombra y de su casta,
engalanarla,
mimarla como a una hermana inesperada
y envolverme entre sus dedos-saeta
y contarle al oído que está a salvo conmigo
hasta oírme decir cien y hasta mil veces cien:
«Aquí estoy, segura y viva»
Un abrazo.