Ana Muela Sopeña escribió: ↑Lun, 21 Jul 2025 0:57
Este hilo de conversaciones me está gustando mucho, Lisandro:
Todas las religiones te las venden como códigos de buena conducta, tratados de ética y de moral, sistemas para apaciguar el terror a la muerte, estrategias para conseguir el cielo o el paraíso. Eso está muy bien, pero luego está la otra cara de la moneda: intransigencia e intolerancia, ganas de exterminar al que no es de la misma religión, intentos de convertir al otro, tratados de control social y de vigilancia de las libertades, censura del pensamiento no ortodoxo, anestesia moral, justificaciones para declarar guerras y otras masacres. Al final en todas está lo luminoso y lo diabólico.
Y dentro del ateísmo sucede parecido. Hay los del sálvese quién pueda. Los que buscan seguir y respetar los "Derechos humanos", los que persiguen a los practicantes de una o varias religiones. En fin... que es muy complicado el tema.
Al final las religiones organizadas buscan su cuota de poder y desde ahí tener su parcela de dominio del mundo.
No sé cómo sería un mundo mejor, pero desde luego no creo que la fórmula sea la de definirse como superiores moralmente a otros y querer exterminarlos o convertirlos.
Al final, creo que el principio de solidaridad y ayuda mutua es el que nos ha hecho evolucionar como especie a lo largo de todo el proceso de la historia del "Homo sapiens".
A mí también me da igual si crees en el Dios cristiano, en la nada o en Buda. En la Pachamama o en Shiva.
Seguramente todos tenemos más semejanzas que diferencias enmascaradas por el sectarismo con el que nos educan, tanto a nivel religioso como político.
Ojalá podamos sacar lo mejor de nosotros mismos y brindarnos a los otros y al mundo. La reciprocidad natural se da cuando los humanos tienen o tenemos "buena voluntad".
Un abrazo
Ana
Maravilloso aporte, este tuyo, Ana. Coincido plenamente con vos. Y le agrego, para reafirmarlo, algo más...
Toda doctrina (religiosa, política, filosófica, hasta una doctrina ética) es, en última instancia, un límite, una barrera, un escollo. Si hiciésemos las cosas más sencillas, bastaría con el amor al prójimo, que es algo muy anterior a ninguna doctrina por básica que sea.
Y más aún... Los que en nombre de tal o cual doctrina (religiosa, política, etc.) joden a los demás, son unos farsantes. No creen en la doctrina que predican ni en ninguna.
He hecho muchas cosas en mi vida, desde muy joven, en muy distintos ámbitos, con muy distintos tipos de gente, y particularmente he militado mucho, con mucho compromiso, en militancias muy distintas (políticas, gremiales, etc.); y tanto en la militancia como en el trabajo y otras actividades, comprobé muy fehacientemente, tanto entre los "propios" como entre los extraños, que las ideas u objetivos que las personas esgrimen, en muchos casos, son pura farsa (cuando se trata de líderes, en la casi totalidad de los casos).
Conocí un caso (entre miles) paradigmático: Un obispo que estaba preso por corrupción económica. En la cárcel estaba instalado como un rey. Tenía oficina, teléfono fijo, computadora, una mujer policía que le hacía de secretaria... Desde allí seguía manejando la misma institución por cuyo manejo lo habían condenado. Mi jefe era proveedor de esa institución y para cerrar un contrato, le dijeron que tenía que ir a verlo al obispo, a la cárcel. Fue. Porque efectivamente, y sorprendentemente, el obispo preso seguía siendo el máximo funcionario legal de la institución.
El contrato se arregló sin problemas porque era algo muy poco importante y esta pequeña empresa en la que yo trabajaba era la única que podía proveerlo. Pero se pusieron a charlar. Mi jefe era un católico convencido, honesto, comprometido, y muy lector, que había leído mucho de teología. Entonces el obispo, sabiendo aquello, le dice: "decime la verdad, no me vas a venir con que te tragás todo ese cuento de la Santísima Trinidad y la mar en coche".
Empezó una discusión acalorada que casi termina en pelea violenta. Mi jefe, que creía en todo ese "cuento", le decía: "yo respeto su postura, pero entonces deje de participar en la Iglesia Católica". Pero no había caso. El obispo tenía tanto desparpajo que no podía creer que mi jefe ni ninguna otra persona inteligente y estudiosa pudiese creer ese "cuento", y por ende si estaba en la Iglesia debía ser un farsante como él mismo.
Luego el obispo cumplió su condena y siguió en la estructura de la Iglesia hasta su muerte.
Podría relatarte miles de casos como ese en las iglesias, los partidos políticos y un completísimo etcétera. Los Papas, los presidentes, los de hoy, los de hace dos mil años, los de una doctrina, los de otra, todos, cuando han esgrimido su doctrina para joder a otros, es porque eran unos farsantes como este obispo.
El problema es que en el llano, los simples hijos de vecinos, los hombres de a pie, se dejan llevar por la prédica vil de estos farsantes. Y los hombres de a pie, en muchos casos (aunque no en todos), sí, creen en sus doctrinas. Y creen en sus líderes. Y creen que es cierto que el de la doctrina opuesta o distinta es el demonio y hay que destruirlo, como les predican sus líderes farsantes. Y ahí estamos fritos.
Por eso, debemos predicar -creo-, lo más extensivamente que podamos, el amor al prójimo, o como vos le llamaste, solidaridad y ayuda mutua, lo más libre posible de doctrina alguna.
Mi abrazo fraternal.
Lisandro
PD: Ningún libro -creo- es necesario si logramos poner en práctica nuestro sentido común, y en definitiva nuestro amor al prójimo. Pero entre tanta farsa milenariamente establecida y siempre reeditada, a veces alguna lectura nos ayuda a develar -por si fuera necesario- alguna que otra de entre tantas farsas. Un libro que a mí me parece muy interesante al efecto es "Ciencia y política en el mundo antiguo", de Benjamin Farrington. Allí se habla de Epicuro, del poeta Lucrecio, que fue un epicureista (y de otros personajes -incluso alguno moderno-), y de cómo a ambos se los falseó en su tiempo y hasta hoy, en honor a la farsa de la "ciencia", la filosofía y demás. Tanta fue y es la farsa que hasta el día de hoy en nuestro diccionario, epicúreo es sinónimo de hedonista, y en realidad el hedonismo no tiene nada que ver con lo que predicaba Epicuro. Esta es una muestra entre millones, de la farsa generalizada. La última edición de la que tuve noticias era de 1980 más o menos. A los pocos años estaba agotada, y a pesar del prestigio académico del autor y de las buenas ventas de la última edición, no se reeditaba. Incluso al autor se lo difamó por haberse tomado el espíritu crítico demasiado a pecho. Yo lo tuve hace muchos años y lo conservo, en fotocopia, gracias a la gentileza de una profesora que tuve en la universidad.