J. J. Martínez Ferreiro escribió: ↑Dom, 10 Jun 2018 17:58 El poema ha de ser como una mujer mirándose, insaciable;
un destello de armonía en el espejo,
la consonancia de la música en la mente,
una palabra sin esfuerzo
brillantemente concertando un desafío en la comedia.
Dice Wallace Stevens:
“Algunas cosas de niño son así
súbitamente alegres en sí mismas
Así somos tú y yo
¡Oh, miserable ser!”
La clepsidra y encima la cruz de piedra.
En lejanía, los ahogados aullaban los cantos marinos.
Sobre los campos vírgenes
creabamos la audacia penetrante de la imaginación.
Las rosas persistían en su aroma como crema en las sienes.
Se veían mujeres jóvenes cabeceando en los pasillos de los trenes en marcha.
Había un gran hartazgo de cuerpos y de rostros
aglutinados en las ventanillas, como en éxtasis.
Las costas alejándose formaban los océanos,
así se creaba la distancia pura en la distancia abstracta
cuajada en ese punto que se hundía en tus ojos.
Luego de visitar el mundo de Wallace Stevens, caminas tu propia senda y, suelta la imaginación, creas hermosas imagines que ahondan la génesis. Ciertamente, nos encontramos con versos enigmáticos; pero, esa polisemia que se produce sirve para enriquecer cada relectura. Lo he disfrutado.
Un abrazo grande, compañero.
Óscar