re: Inquietud
Publicado: Dom, 18 Ago 2013 12:30
Pregunté su aflicción.
Fue al darme cuenta de que era su tristeza inconsolable
y fijaba la vista en mi persona
con estupor y rabia,
como si nuestro templo de cariño
quedase en orfandad de viejos dioses.
No hubo respuesta, porque algo extraño
cercenaba mi voz,
y parecía perderse ante el umbral de sus oídos.
La ingrata sensación de diluirme confundía mi mente,
y la estancia, al tiempo de vaciarme,
se llenó poco a poco de habituales presencias
que abrazaban su cuerpo
susurrando
cariñosas palabras de afligida congoja.
Sentí terror,
grité su nombre, y el cruel desasosiego de perderla
hizo mella en mi espíritu.
Mientras, ajena a tanto caos,
ella siguió mirando mi silente cadáver.
Siento llegar un poco tarde a este poema, pero he estado de aquí para allá, y no lo había visto.
Estaba yo allí en Santiago, cenando con unos amigos, celebrando la noche mágica del 24 de Julio, cuando el camarero nos dio la noticia del accidente y que en principio daban la noticia de 10 muertos, luego en los móviles y en la televisión íbamos viendo que la cosa iba adquiriendo unos dimensiones verdaderamente trágicas. Todo se desinfló, la gente por las calles iba desolada... en fin... Fue terrible.
Gracias por dejar este impresionate homenaje, Mario, sobre todo en estas estrofas que aquí dejo destacadas.
Un muy fuerte abrazo, querido amigo
Fue al darme cuenta de que era su tristeza inconsolable
y fijaba la vista en mi persona
con estupor y rabia,
como si nuestro templo de cariño
quedase en orfandad de viejos dioses.
No hubo respuesta, porque algo extraño
cercenaba mi voz,
y parecía perderse ante el umbral de sus oídos.
La ingrata sensación de diluirme confundía mi mente,
y la estancia, al tiempo de vaciarme,
se llenó poco a poco de habituales presencias
que abrazaban su cuerpo
susurrando
cariñosas palabras de afligida congoja.
Sentí terror,
grité su nombre, y el cruel desasosiego de perderla
hizo mella en mi espíritu.
Mientras, ajena a tanto caos,
ella siguió mirando mi silente cadáver.
Siento llegar un poco tarde a este poema, pero he estado de aquí para allá, y no lo había visto.
Estaba yo allí en Santiago, cenando con unos amigos, celebrando la noche mágica del 24 de Julio, cuando el camarero nos dio la noticia del accidente y que en principio daban la noticia de 10 muertos, luego en los móviles y en la televisión íbamos viendo que la cosa iba adquiriendo unos dimensiones verdaderamente trágicas. Todo se desinfló, la gente por las calles iba desolada... en fin... Fue terrible.
Gracias por dejar este impresionate homenaje, Mario, sobre todo en estas estrofas que aquí dejo destacadas.
Un muy fuerte abrazo, querido amigo