Editorial Alaire

J. J. M. Ferreiro escribió:Un poema brillante, y de una fuerza inusitada y geológica.

Un abrazo, querido amigo.

Javier Bustamante escribió:Hay una musicalidad en estos versos, mas alla del lirismo del que hacen alarde, que no pasa desapercibida. Los tres primeros versos de 13 silabas le dan una cadencia que invitan a recitarlos casi sin notarlo. El cuarto como que pone un freno a la melodia implicita y de ahi retomas una buena cadencia. Me gustaria ver algo de metrica en algunos de tus trabajos, estoy seguro que nos sorprenderas con algo extraordinario.

Buen trabajo.

Saludos

Javier

Josefa A. Sánchez escribió:Un placer grande transitar tus hermosos versos.
Un abrazo.
Pepa

David V. Estrada escribió:Épica forma de fundirse con los héroes, los iluminados de la historia y la mitología. Trepidante y muy humano en su escala tonal de emociones. Interesante. Saludos Roberto.

Ricardo José Lascano escribió:Y a pesar de que este mundo
se me antoja infinito después de la tormenta,
clavaré mis tendones afilados de nieve
en la entraña sombría de la Tierra.
Sólo te ruego que esta luz pertrechada de fuerza
telúrica sea grata a tu mirada
y traspase la muerte pretérita y caduca
de la incendiada herida.

Roberto, querido amigo, es una poesía excelente, profunda la fibra de tu letra de gran sentimiento. Una belleza de obra.

Saluditos.

Bruno Laja escribió:Hola, Roberto.
"Agradecerse el corazón y emerger", ésta frase ha sido el poso que me ha dejado la lectura de tu poema. Si se es el dios de la profundidad, también se es el dios de la luz, algo así, difícil de explicar para mí pero claro en tus palabras. Lo he disfrutado.
Saludos.

jose junco escribió:Excelente poema con un cierre espléndido. Salud.

ROBERTO LÓPEZ escribió:
Has ahuyentado mi temor con sólo un soplo,
apacentado las arañas de mis venas,
humedecido las arterias de mis rocas.
Y ahora me pides que levante
con estos brazos que las nubes de la noche
adormecieron como corchos empapados en vino
las montañas doradas que sepultan la incógnita.
No sirven los consejos de Arquímedes
ni la bestial y pavorosa fuerza de Heracles
para mover ni un solo grano de la arena que se resiste al mar.
Y a pesar de que este mundo
se me antoja infinito después de la tormenta,
clavaré mis tendones afilados de nieve
en la entraña sombría de la Tierra.
Sólo te ruego que esta luz pertrechada de fuerza
telúrica sea grata a tu mirada
y traspase la muerte pretérita y caduca
de la incendiada herida.