Al límite del vértigo

[Hallie Hernández Alfaro]

Tesoro de la biblioteca Alaire.

[Antonio Urdiales]

Un problema gravísimo y terrible el de la anorexia, bien retratado, como era de esperar por la calidad de tu pluma.

Siempre es un placer reencontrarme con tus letras.

Un abrazo.

[Ana Muela Sopeña]

Muchas gracias, Hallie, por rescatar este poema de las profundidades abisales del Foro.

Besitos
Ana

[Carlos Justino Caballero]

Ana Muela Sopeña, Un gran problema, una gran tristeza, tratados con el oficio de tu arte, Ana! Necesaria y estupenda entrega por la que te felicito. Saludo afectuoso

[C.P. Fernández]

Un poema espléndido, Ana. Muy acertado.

Un abrazo.

[Rafel Calle]

Gran Reserva de Alaire.

[Ana Muela Sopeña]

Muchas gracias, Miguel, por brindarme tus palabras.

Un fuerte abrazo
Ana

[F. Enrique]

¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.
(Dámaso Alonso - Mujer con alcuza - Fragmento)

Muy buen poema, Ana.

[Ara López]

Ana, mi queridísima Ana, ¿Qué has hecho? ¡Qué poema!

He leído muchos poemas tuyos y me atrevería a decir que este está entre mis favoritos.

Por resaltar algo:

"Sin piel lívida de aire
atesorando espejos en el alma,
para tener un reino que imitar."

Pero podría resaltar así cada verso.

Siempre te entregas pero acá siento que te abriste de par en par. El dolor, cercano.

Un abrazo enorme.

[Marisa Peral]

Ella se sabe al límite del vértigo,
desdiende hacia los túneles del mundo,
más allá de la sombra y el infierno,
para sobrellevar en el desastre
una vida carente de sentido.

Atempera una imagen
subiendo por los tonos del lenguaje,
sin cuerpo entre la música del alba
sobre los entramados de la luz.

Sin piel lívida de aire
atesorando espejos en el alma,
para tener un reino que imitar.

Sin peso que atormente en la locura.

Sin densidad de agua.

Ella se sabe nadie o sabe nada
y diluye su nombre en el umbral
de un laberinto sucio o derrumbado.

Ella llueve sin lágrimas de acero
sobre copias ocultas en las calles.

Ella disuelve el grito en las aceras
y rompe las esquinas de las aves
sobre las horas vanas del deseo.

Sin artificios hartos de fingir,
sin kilos aferrados a costumbres,
sin volumen de un tiempo ya caduco.

Ella se sabe algo o sabe alguien
y desciende en picado por la herida
de la pasión dispersa en gotas cálidas
en la hojarasca seca del otoño.

La misteriosa joven ya traslúcida
busca el instante amado de la muerte
que la devuelva al cúmulo perfecto
de la fusión de niebla y sol heroico.

Ella se sabe huesos
entretejidos siempre a la verdad,
para sobreponerse a los teatros.

Espacios intangibles de penumbra
donde la redención puede llegar,
mientras suenan sirenas
en las plazas
o un abrazo, por fin,
de protección.


Ana Muela Sopeña

*****

Este poema está dedicado a una joven que padece anorexia.

Ana, no había leído este poema grandioso.
Es estremecedor y lo tratas tal como es, lo he vivido de cerca y es una lucha enorme que afecta a toda la familia.
Te felicito por la exactitud y, a la vez, delicada forma de transmitirlo.

Besos, muchos.

[Ana Muela Sopeña]

Gracias, Cenía, por tus palabras:

Un fuerte abrazo
Ana

[Ana Muela Sopeña]

Agradezco mucho tus palabras, Ramón:

Un abrazo grande
Ana