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Israel Liñán escribió:Dany es un gran poema, no se que decir después de todo los comentarios que recibiste, sumarme a ellos y a modo personal decir que ese "viento de Avellaneda" a mi que soy del otro lado y que conozco la Ciudad por Campanella me parece de lo más sugerente.
Un fuerte abrazo
Gracias por tu presencia, Pilar. Siempre es un placer.Pilar Morte escribió:Tienes una forma de escribir muy personal y original.
Este poema es hermoso. Me gustó
Abrazos
Pilar
Hallie Hernández Alfaro escribió:Arriba con la excelencia.
Daniela, tu último poema se debe haber perdido por los problemas técnicos que sufrió la página. Ojalá puedas volver a colgar Ojos de humo.
Abrazos.
Un gusto tu comentario, compañero.Nésthor Olalla escribió:Pleno de sensibilidad y de una potencia expresiva que trasciende a
la piel y busca sitio más dentro.
Un gusto visitarte, compañera.
Besos.
Muchas gracias MacedonioMacedonio Tracel escribió:esa voz susurrando como una segunda respiración para uno pero hablando en off para otros la historia que se huele, la que va quedando en el cuerpo. siempre un gusto
Gracias miles, ERA.E. R. Aristy escribió:"Un trago,
dos,
tres,
ahora sí que te recostás en mi hombro."
Daniela, no te hacen faltas mis encomios, pero eres una ave-poeta que vuela alto en mi cielo. Abrazos, ERA
Un hermoso trabajo, Daniela. Un poema que se bate entre elmiedo a abrir elcorazon y lanecesidad apremiante de hacerlo, ?Y si tratas de volar? estos versos me han conmovido intensamente. Un abrazo, ERADaniela Miño escribió:Este destino
que no ha tenido la forma de las cosas con suerte,
el bamboleo seductor de una sonrisa colgando de tus ojos,
los párpados afilados y dignos de un chantaje boreal.
No hemos tenido la dicha de las palabras paseando a través del cuerpo,
acérrima monotonía de domingos tardes,
shock ultrajante
tus pestañas desparramadas en el viento de Avellaneda.
Nunca tuvimos polvaredas de sobra,
y aún lo gris se somete a nuestros avatares.
Un trago,
dos,
tres,
ahora sí que te recostás en mi hombro.
He devenido en musa para amasarme algún adjetivo,
a fuerza de sangre entrometida
la sombra se renueva mientras somos los mismos.
Si llegás a mirarme no te olvides de voltear,
un segundo más tarde nos derramarían sal en las costillas.
Ahora observo tu costado de utopías
la melancolía enraizada a tus diez colillas
para que apenas te desentiendas del río
mirándome con pupilas de papel.
Esta sutil conveniencia de saberte en días muertos
vuelve a la tribu bipartita que resolvió el miedo en un can can.
Habrá sido ese meridiano tan cobarde de saberme,
habrán sido las dimensiones aún no exploradas,
tu cruda salvedad al cantarme del suicidio.
¿Y si tratás de volar?
¿Qué tal que te convenga mi engatusado almanaque
y puedas devengar en cada bolsillo
la presencia de mis lágrimas?
No lo intentés.
Prefiero extrañar tus corbatas ajenas de púas
que mi inédita ansiedad desesperando.