Publicado: Lun, 19 Abr 2010 0:45
Felicitaciones por este magnifico poema. Gracias por dejarlo.
Un abrazo.
Pepa
Un abrazo.
Pepa
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Ya leì este poema en tu blog anteriormente, lo hago aquì no por primera vez, y como cada una, Enrique, entro a otro universo, el de las palabras, que dicen a veces mucho de nosotros, pero nos desconocen, como decìs en uno de tus poemas.enrique sanmol escribió:
Si la lluvia hubiese sido, como pensábamos,
borrador de orígenes y memorias,
no tendría esa imagen de cristal por duermevela,
olor a manzanas que palpé un viernes.
Entonces yo sabía cómo jugar mis cartas,
sin saber de ti más que por mis sueños,
arriba y abajo de la vida.
Era aquel un tiempo dentro de otro,
cuando los delirios vivían entre alfileres
y conocían de escombros y triunfos.
Entonces yo sabía cómo jugar mis cartas,
sin razones para tantas vueltas y cenizas,
arriba y abajo de la muerte.
Golpe de frío en la intimidad del huracán,
amor inalcanzable de arqueólogo,
una amanecida la lucidez se instaló a nuestro lado,
entre tanto posible porvenir
la casa del cedro atrancó sus puertas
y el juego de cartas fue el solitario.
Es magnífico este verso, enrique, muchos besos desde la lejaníaGolpe de frío en la intimidad del huracán
Insisto, todos tus poemas movilizan (me movilizan). Es una voz (la tuya) que puede hacer referencia al dolor con un tono dulce, al amor con profundidad sin ser empalagoso, a las ausencias con un tinte tan particular... en fin como siempre, me encanta leerte. Un abrazo, Luna.-enrique sanmol escribió:
Si la lluvia hubiese sido, como pensábamos,
borrador de orígenes y memorias,
no tendría esa imagen de cristal por duermevela,
olor a manzanas que palpé un viernes.
Entonces yo sabía cómo jugar mis cartas,
sin saber de ti más que por mis sueños,
arriba y abajo de la vida.
Era aquel un tiempo dentro de otro,
cuando los delirios vivían entre alfileres
y conocían de escombros y triunfos.
Entonces yo sabía cómo jugar mis cartas,
sin razones para tantas vueltas y cenizas,
arriba y abajo de la muerte.
Golpe de frío en la intimidad del huracán,
amor inalcanzable de arqueólogo,
una amanecida la lucidez se instaló a nuestro lado,
entre tanto posible porvenir
la casa del cedro atrancó sus puertas
y el juego de cartas fue el solitario.