Editorial Alaire

Gran poema. Se nota la maestría del autor. Un abrazo.

También a mí me gusta que pases por tus versos y te detengas en ellos para dejar unas palabras, Pilar.
Gracias por ello y un beso.

Tienes que saber
que los árboles muertos hablan solos
su soledad de campana muda,


Y tú tienes que saber que cada verso tuyo es como una punzada dulce que permanece durante mucho rato. Sabes?, me gustan los poemas que comienzan hablando de forma directa al lector, sobre todo si después siguen acariciando como o hacen los tuyos y están llenos de una sabiduría que es la que ofrece la vida cuando se ha vivido desde la observancia del poeta, del poeta de sangre y corazón y raza...como tú, mi queridísimo Val.
Un besote enorme

Sara

Bibiana, el agradecido soy yo, un poema no es nada si queda en silencio, tú y los demás que se acercan le ponen voz.
Un eso.

Valentin Martin,

Calidad de tu poesía, querido amigo
donde el silencio y la oscuridad
la tristeza y el dolor
el miedo tendrá su final...


Un abrazo fuerte

Emocionalidad latente en una gran hermosura, es lo que encuentro en tus trabajos, querido amigo Valentín. Este no es una excepción.
Ha sido un placer leerte. Felicidades.
Un fuerte abrazo.

Aubriel, mi abrazo también para ti vuela ya hacia tu Buenos Aires. Gracias por la calidez de tus palabras.

Gracias Tristany por ese aliento que se desprende de tus palabras.

Un abrazo.

Carmen Iglesia, es tan pequeña la sabiduría perola doy por buena si provoca esa emoción de que hablas.
Gracias por tu compañía.
Un beso.

Y sí, que quizás ese último tren, será el primero del resto por venir o quizás no, pero de no ser así que importaría. Esa triste costumbre de vivir muriendo en cada instante. Preciosa tu manera de llevarnos dulcemente a la reflexión del último ocaso, del último tren y que ese momento también se aplauda.
Un abrazo y mi admiración.

Gracias, Ferreiro, por tus palabras sobre el poema y tus buenos deseos sobre mi vida.

Un abrazo.

Valentin Martin escribió:Tienes que saber
que los árboles muertos hablan solos
su soledad de campana muda,
la nostalgia de rumores jóvenes,
el pavor a la candela desde pequeños
y la ausencia de los pájaros esquivos.
Tantos estigmas para tan corta vida,
estafa escrita con abriles que jamás
anunciaron la palidez de este declive.
Qué larga es la noche para los insomnes
y qué duro el invierno en los páramos.
Hermano del camino y la palabra:
mírame entonces vencedor o vencido
pero humanamente hombre a secas,
pacífico ante el ocaso, breve tierra herida
por la navaja de la finitud que está llegando.
Porque es mentira
que debemos vivir hasta la muerte,
habrá un tiempo de libertad y grito
contra el guión y las buenas costumbres,
llegará la hora en que las despedidas
sean una fiesta desnuda de misericordias,
un abrazo al que acogerse,
un ardor dulce en mi piel de padre,
el último patíbulo en la travesía
del reo de la vida que me construyó
desnudo de provisiones, ungido de sombra,
quizás en el fondo buena gente,
exhausto de amar la arena de los años.
Y ese día ya no saldrá el sol.
Y será el final del miedo y del silencio.

¡Qué belleza! Me dejó un nudo en la garganta ... suele ocurrir cuando uno lee un poema excelente.

Besos y felicitaciones!

Gracias, Ramón, se nota la generosidad del lector sobre todo. Tus palabras empujan hacia adelante, cómo no.

Un abrazo.

Gracias , Sara, no solamente por tus palabras de hoy sino también por esa llama de cariño que siempre tiendes hacia mí.

Un beso.

Vuelvo a este poema con toda la intensidad que merece, el aliento que dejan escapar los versos, uno a uno, no deja hueco por abrazar. Excelente esa nostalgia que desprende, todo él...

Un abracísimo
Marian