Don Alzheimer, mi madre y yo
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Rafel Calle
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Re: - (Don Alzheimer, mi madre y yo) - Día de la madre-
Felicidades y un abrazo.
- Concha Vidal
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Re: - (Don Alzheimer, mi madre y yo) - Día de la madre-
---------------------------------------------------------------------------------Ana Muela Sopeña escribió: ↑Lun, 02 May 2022 19:38 Es un poema grande, muy grande, Concha. Conmueve. Hay un universo de ternura e inocencia que impregna cada palabra.
Has logrado algo difícil.
Excepcional
Enhorabuena
Un beso enorme
Ana
Gracias, muchas gracias Ana, por tus profundas palabras. Ella siempre alegre, positiva, era la risa personificada, con todos nosotros, tantos hijos y tan divertida la infancia que hemos vivido. Hemos sido, somos, una familia afortunada.
Abrazos mediterráneos.
-
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Re: - (Don Alzheimer, mi madre y yo) - Día de la madre-
Ternura, bondad, sencillez. Me recuerda un poco a "Alicia en el País de las Maravillas".
Enhorabuena, Concha, el poema destila un profundo amor.
Un beso
Ana
- Concha Vidal
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Re: - (Don Alzheimer, mi madre y yo) - Día de la madre-
--------------------------------Jerónimo Muñoz escribió: ↑Mar, 03 May 2022 16:38 ¡Qué precioso poema, Concha!
Has vertido en él un manantial de poesía del que yo he bebido sin saciarme.
Con cada entrega que haces me me siento más devoto tuyo.
Un abrazo.
Jerónimo
Querido Jerónimo, perdóname por no haberte respondido antes, lo hago ahora ¿me podrás leer?
Igual sí.
Abrazos mediterráneos hasta donde estés.
- Rafel Calle
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Re: Don Alzheimer, mi madre y yo
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En este poema, Concha Vidal aborda con enorme sensibilidad y ternura el tema del Alzheimer y lo hace mediante su característico estilo, es decir, desde una óptica infantil, cómica y profundamente emotiva.
El tono oscila entre la inocencia traviesa (el “caca-culo-pedo-pis” típico del lenguaje infantil) y una melancolía soterrada que va emergiendo poco a poco entre los versos, especialmente en las líneas finales (“sin remedio…, sin remedio…”).
Este contraste entre la luz de la risa y la sombra del deterioro da al poema una densidad emocional muy poderosa.
La estructura es fragmentada y libre, intercalando dos niveles de lenguaje: lenguaje infantil y coloquial (los diálogos, el juego, las repeticiones), y lenguaje lírico elevado (los versos entre paréntesis, imágenes florales, naturales y mitológicas).
Los versos entre paréntesis funcionan como subtexto emocional, como si fuera la música de fondo que acompaña la escena alegre en primer plano. Esto le da al poema una profundidad cinematográfica: vemos la risa, pero oímos la tristeza.
El ritmo es quebrado y me gusta suponer que Concha lo hace a propósito (aunque eso es mucho suponer, teniendo en cuenta que Concha se pasa por las narices las normas más elementales), reflejando el propio deterioro mental que sufre la madre: momentos de lucidez infantil, saltos lógicos, repeticiones que evocan la circularidad de la enfermedad.
La combinación de imágenes lleva el sello inconfundible de Concha, o sea, es muy rica y muy hábil, con elementos de la infancia, como risas, cosquillas, hormigas, disfraz de marciano; por otra parte, elementos de la naturaleza, tal caléndulas, nomeolvides (¡precioso guiño al olvido del Alzheimer!), espuma, mirto, marismas, charca. Estos mundos se superponen creando un paisaje emocional donde lo tierno y lo trágico conviven.
La anadiplosis final (“Y nos vamos… y nos vamos… y nos vamos…”) acentúa la idea del desaparecer, desvanecerse.
El lenguaje infantil (“caca-culo-pedo-pis”) tiene una función crucial:
-Desdramatiza la tragedia.
-Humaniza la relación madre-hija.
-Sostiene la memoria viva: la risa y el juego como resistencia frente a la muerte y el olvido.
Además, hay un manejo muy sutil de la musicalidad: repeticiones, onomatopeyas (“plas”) y juegos de ritmo que refuerzan el carácter lúdico.
“Don Alzheimer, mi madre y yo” es un poema extraordinariamente emotivo, que logra hablar de un tema devastador sin recurrir al dramatismo, sino desde una ternura absolutamente conmovedora.
El gran mérito de Concha Vidal aquí es la honestidad: no idealiza ni victimiza, sino que muestra la enfermedad desde el vínculo íntimo, desde el amor cotidiano, desde el juego compartido.
El poema es al mismo tiempo, un homenaje a la madre, una crónica íntima de la despedida progresiva y una celebración de la risa como última resistencia frente al olvido.
En fin, me parece que Concha Vidal, con su personalísimo estilo —si hay una autora absolutamente reconocible esa es Concha—, se convierte en la autora ideal para conseguir una obra donde la risa y el dolor se abracen en una danza luminosa y desgarradora a la vez.
Mi más efusiva enhorabuena, querida amiga Concha, por este poema tan y tan y tan... Para mí, eres la dama de las delicias poéticas y no es de ahora, sino que viene de lejos, desde que nos conocimos en Madrid, hará ya 17 años o más.
Un fuerte abrazo, compañera.