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Hallie Hernández Alfaro escribió: ↑Dom, 25 Abr 2021 17:28Jerónimo Muñoz escribió:MAR
En el mar todo es de mar, hasta el olvido.
Sentí clavarse en mí las espinas de la lentitud.
Avancé entre las olas con el mercurio en la lengua y muchos abrieron sus párpados.
Allá en el fondo crujían los esqueletos de la fermentación.
Un niño sin madre lloraba líquenes de inexistencia. Era de mar.
Una mujer paría su transparencia con obstinación, pero los ciclistas lloraban. Todos de mar.
Quise cerciorarme de la exactitud de las posidonias pero me asustó su sosiego.
Flotaban las alcobas con sus lechos imaginarios y las cocinas con sus trigales inextinguibles. El mar condensaba los silencios.
La religión del mar carece de dogmas y de confesionarios. El mar no tiene pecados. Una efusión de crustáceos absorbe las éticas.
El fuego es un resplandor sobre las espumas, el viento es el aullido de los límites, las nubes son el clamor de los hipnotizados.
No hay espartos, no hay pinares, no hay pájaros vivos ni aceros imposibles. Las lágrimas son también de mar; y los espíritus, inmensidades.
Me refugié en una cueva de tiburones para no encontrarme con mi juventud.
Al final, solo los espejos reflejaron mi corazón.
Ah de los erizos, de las anémonas, del cristal sumergido. Ah de las islas submarinas. Ah de mi inconsistencia.
Enorme la inspiración, el calado, la belleza, esa cohesión que nos transporta a océanos poéticos magistrales.
Ovación cerrada, querido compañero; no pienso dejar de aplaudir, asumo el dolor de las palmas, lo asumo.
Un abrazo de los grandes.
Gracias, amiga Concha por tantos calificativos amables que dedicas a mi poema.Concha Vidal escribió: ↑Mar, 27 Abr 2021 16:09 Asombroso Jerónimo, este poema.
Asombroso y atractivo, incongruente, dulce y fortísima a la vez, la voz que clama.
A mí no me extraña nada que venga del mar. Ya sabes.
Abrazos desde él, y con él, que todo puede ocurrir en sus profundidades.
Me has llevado a la quietud tras la galerna de tu mar. Gracias, amigo.Jerónimo Muñoz escribió: ↑Dom, 25 Abr 2021 9:08 MAR
En el mar todo es de mar, hasta el olvido.
Sentí clavarse en mí las espinas de la lentitud.
Avancé entre las olas con el mercurio en la lengua y muchos abrieron sus párpados.
Allá en el fondo crujían los esqueletos de la fermentación.
Un niño sin madre lloraba líquenes de inexistencia. Era de mar.
Una mujer paría su transparencia con obstinación, pero los ciclistas lloraban. Todos de mar.
Quise cerciorarme de la exactitud de las posidonias pero me asustó su sosiego.
Flotaban las alcobas con sus lechos imaginarios y las cocinas con sus trigales inextinguibles. El mar condensaba los silencios.
La religión del mar carece de dogmas y de confesionarios. El mar no tiene pecados. Una efusión de crustáceos absorbe las éticas.
El fuego es un resplandor sobre las espumas, el viento es el aullido de los límites, las nubes son el clamor de los hipnotizados.
No hay espartos, no hay pinares, no hay pájaros vivos ni aceros imposibles. Las lágrimas son también de mar; y los espíritus, inmensidades.
Me refugié en una cueva de tiburones para no encontrarme con mi juventud.
Al final, solo los espejos reflejaron mi corazón.
Ah de los erizos, de las anémonas, del cristal sumergido. Ah de las islas submarinas. Ah de mi inconsistencia.