Según el color del cristal ese

[Ramón Carballal]

El ingenio y la inteligencia al servicio de la poesía. Excelente entrega. Un abrazo.

[Jerónimo Muñoz]

Es difícil escribir sobre el amor no correspondido, pero tú lo haces de forma magistral con un solo verso. Un placer haber disfrutado con el poema.

Un abrazo.

Tú disfrute es también un placer para mí. Un solo verso, no exento de cierto cinismo. Pero, así son las cosas.
Gracias, Antonio.
Otro abrazo para ti.

Jerónimo

[Hallie Hernández Alfaro]

SEGÚN EL COLOR DEL CRISTAL ESE

Yo la quería, la adoraba.
Se llamaba Raquel, como la lluvia
y tenía veinte años o muchos más.
Almacenaba perfumes de perdices contradictorias
debajo de su risa de espasmos y nubes.
Yo la quería, la adoraba.
Era igual que una brisa en tardes sin relojes,
igual que espuma azul en las crestas de los orificios.
Tenía los dientes con blancura de dientes
y una voz de estampita de primera comunión.
Tenía carácter de sábana de muselina.
Yo la quería, la adoraba.
Su cabello era un mar de olvidos exuberantes,
su cuerpo era delgado, pero no en todo:
sus caderas eran aptas para parir estatuas.
Yo la quería, la adoraba.
Ella tampoco a mí.

Oh, este poema es un diamante imposible de contradecir.
De ovación sostenida y sin pausa.
Gracias por haberlo creado.

Abrazo de los grandes, querido amigo.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Estás en racha, Jerónimo, otro gran poema, con esos finales esplendorosos a los que nos tienes acostumbrados:

"Su cabello era un mar de olvidos exuberantes,
su cuerpo era delgado, pero no en todo:
sus caderas eran aptas para parir estatuas.
Yo la quería, la adoraba.
Ella tampoco a mí"]

Todo un placer de lectura, joven viejo amigo.

Abrazos y salud.