Re: La veinticuatro flores de los cerezos - I
Publicado: Mié, 12 Feb 2020 21:23
Magnifico poema, querido amigo. Muchos abrazos y felicitaciones sinceras, Ferreiro.
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Gracias, Señora Rosario, por disfrutar tan generosamente de estos versos. Es todo un honor.Rosario Martín escribió:"Corbain abrió los ojos como abren los girasoles"
y el poeta Ferreiro abrió su alma y la entrega en versos.
Qué maravilla, compañero,
un lujo azul para los fríos de noviembre.
Un abrazo, amigo.
Gracias “Marisiña“ por tu paso y generosos comentarios. Es un honor que hayas disfrutado de estos versos.Marisa Peral escribió:Vuelve Corbain en esta nueva serie que retomo y disfruto.
Gracias por la serena belleza.
Biquiños
J. J. Martínez Ferreiro escribió:Corbain abrió los ojos como abren los girasoles
y miró el mar crecido, esférico,
con su viejas pezuñas en la costa,
siempre con la intención de asalto;
el ímpetu de conquista es muy tenaz
al amparo de los cantiles.
Corbain abrió los ojos... y pensó:
—Después de la tormenta,
una vez que las aguas han pasado a través de mí,
en el fondo del mar los ahogados abren sus grandes ojos blancos,
mientras la luz enreda las velas en el delirio de los navegantes.
Avanzaba la fiebre en el interior de los astros,
y la obscuridad era la luz de vida, energía
de avance de las plantas sudadas por las piedras,
no sujetas a las rutinas de podredumbre.
Tiritando los nombres que recordaba
y la lluvia que los traía desde un lejano mar de nombres,
Corbain cerró los ojos en un puño y pensó:
—Las apariencias y el enigmático color de la piedra
son los primeros hallazgos del camino.
Aquel lugar que se llena al fondo del paisaje
quizá sea el hogar, el mundo,
quizá el regreso.
J. J. Martínez Ferreiro escribió: ↑Jue, 07 Nov 2019 21:01 Corbain abrió los ojos como abren los girasoles
y miró el mar crecido, esférico,
con su viejas pezuñas en la costa,
siempre con la intención de asalto;
el ímpetu de conquista es muy tenaz
al amparo de los cantiles.
Corbain abrió los ojos... y pensó:
—Después de la tormenta,
una vez que las aguas han pasado a través de mí,
en el fondo del mar los ahogados abren sus grandes ojos blancos,
mientras la luz enreda las velas en el delirio de los navegantes.
Avanzaba la fiebre en el interior de los astros,
y la obscuridad era la luz de vida, energía
de avance de las plantas sudadas por las piedras,
no sujetas a las rutinas de podredumbre.
Tiritando los nombres que recordaba
y la lluvia que los traía desde un lejano mar de nombres,
Corbain cerró los ojos en un puño y pensó:
—Las apariencias y el enigmático color de la piedra
son los primeros hallazgos del camino.
Aquel lugar que se llena al fondo del paisaje
quizá sea el hogar, el mundo,
quizá el regreso.