escribe tu alud de ginebras en mi cintura,
algún día sabrás que la realidad vive en los calendarios deshojados,
sin abrigo, en el silencio de las lámparas rotas,
como aves que al morir la noche lanzan un graznido de rosales
al contraluz, hacia el espejo que te despierta con su voz amarga,
con su certidumbre de surcos en la piel
y cortinas oscuras que ya no blanquearán jamás
bajo el continuo deslizar de los pájaros muertos.
Un abrazo.