El santo gris
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Marius Gabureanu
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Re: El santo gris
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Re: El santo gris
- Marius Gabureanu
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Re: El santo gris
He comprendido tu mensaje perfectamente y te agradezco dejarme saber que mis poemas llegan, que no se quedan en una pantalla. Muchos abrazos, estimado amigo.
- Rafel Calle
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Re: El santo gris
Abrazos.
- J. J. Martínez Ferreiro
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Re: El santo gris
y adentro nuestro padre llorando con cara de santo
y a su lado, un sapo gordo, atento al mismísimo momento
cuando se juntaban la pobreza y la amargura.
Padre, nunca vimos el color de tus lágrimas .
Arañábamos tu rostro y lo golpeábamos.
Y tú siempre, padre,
como si nos quisieras hacer saber que las lágrimas y las puertas no existen.
Un poema conmovedor, impactante como un golpe en la cara de pelota desinflada de cuero.
Todo un placer de lectura, amigo Marius.
Un fuerte abrazo.
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Re: El santo gris
Marius Gabureanu escribió:En mi niñez, había decidido que algunas puertas
merecían nombre de santo:
por cabezonas, por permitir que los gatos sean columpios de la tristeza;
por hacer demasiado ruido en la medianoche
cuando una se da prisa a orinar
para no perder el papel de protagonista en su propia caída
(como el rocío);
y es que somos lo que hay en la punta de la lengua de los sueños,
ese orín de primaveras que atraviesa el color
de un sillón en que apadrinamos sombras sin apellido,
huérfanas a un grado de inercia de los sorbos de café.
Sí, en mi niñez, la puerta de mi habitación era un santo gris.
Pero había otro santo que mantenía cerrado bajo llave.
Me gustaba coger clavos y arañar su rostro.
La sangre de aquella puerta eran círculos.
Mi hermano le pegaba con una pelota desinflada de cuero.
Cuando todos dormían, me iba y arañaba la puerta
con un clavo nuevo, y hacía círculos dentro de los círculos ya golpeados.
Mi hermano tenía puntería de soledad
y siempre golpeaba mis nuevos círculos con su pelota
de cuero desinflada. A veces querría sacarle los ojos,
pero me intrigaba su desinterés por los santos.
Un día encontramos la puerta abierta
y adentro nuestro padre llorando con cara de santo
y a su lado, un sapo gordo, atento al mismísimo momento
cuando se juntaban la pobreza y la amargura.
Padre, nunca vimos el color de tus lágrimas .
Arañábamos tu rostro y lo golpeábamos.
Y tú siempre, padre,
como si nos quisieras hacer saber que las lágrimas y las puertas no existen.
Poeta, qué privilegio tenemos que estés aquí! Es un poema surreal, pero decir surreal nááo es más que la superficie de éste extraño orden de eventos emocionales. Quizá se habla tanto de lo que es y no es poesía porque la poesía es exactamente éste poema; un zumo de lo vivido desde una glucogénesis, hasta llegar a un alimento para el alma y el espíritu. Mi admiración y respetos, querido Marius! ERA
- Rosa Marzal
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Re: El santo gris
Abrazos.
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Re: El santo gris
Felicidades.
Pilar
Morte
Re: El santo gris
Un abrazo amigo
- Óscar Distéfano
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Re: El santo gris
Un abrazo de empatía, Marius.
Óscar
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