Cualquier tiempo es el tiempo de vivir

[Ramón Carballal]

Este tiempo opaco no puede empañar
la memoria del fulgor.

Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.

El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.

Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.

Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.

Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.

Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.

¡Qué bello! Muchas gracias, estimado amigo, Ramón, por compartir.
Un abrazo.
BEGOÑA.

Gracias, Begoña, por tu amabilidad. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

La vida y la muerte son la encrucijada, y este poema es un reflejo de vivir y morir, un placer pasar por tu poema, javier.

Gracias, Javier, por leer y comentar. Un abrazo.

[Marisa Peral]

[quote="Ramón Carballal"]



Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.


La vida y la muerte, tiempo de vivir...

Con que elegancia nos llevas hasta el final incomprensible del no reconocernos.
Triste y bellísimo poema Ramón.
Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.


La vida y la muerte, tiempo de vivir...

Con que elegancia nos llevas hasta el final incomprensible del no reconocernos.
Triste y bellísimo poema Ramón.
Un abrazo.

Gracias, Marisa, por tu lectura y amables palabras. Un abrazo.

[Roberto López]

La vida se cuela por los resquicios, incluso en la resquebrajada vejez.
Buenos versos que empujan hacia la alegría.
Saludos.

[Jerónimo Muñoz]

Este tiempo opaco no puede empañar
la memoria del fulgor.

Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.

El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.

Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.

Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.

Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.

Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.

Amigo Ramón:
No suelo copiar, en mis respuestas o comentarios, el texto comentado. Pero hoy lo he hecho para enarbolarlo como una bandera de ese eximio país de la poesía. Hacía tiempo que un poema no me llegaba de una forma tan directa. Tu poema, pleno de sensibilidad y maestría, es como una exposición dogmática de la precaria religión que aún puede seguirse en la ancianidad. Te felicito y te abrazo muy cordialmente.
Jerónimo

[E. R. Aristy]

Este tiempo opaco no puede empañar
la memoria del fulgor.

Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.

El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.

Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.

Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.

Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.

Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.

Un poema poema resplandeciente, Ramón! Impecable en su vuelo. Abrazos, ERA

[Àlex Gállego]

Me gustó mucho la intimidad que desprende el lenguaje y el recorrido selecto que haces para cerrar el poema con la luminosidad que la empiezas. Gracias por compartirlo.

Un abrazo

[Ramón Carballal]

La vida se cuela por los resquicios, incluso en la resquebrajada vejez.
Buenos versos que empujan hacia la alegría.
Saludos.

Gracias, Roberto por recuperar este poema y por el comentario que dejas. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Este tiempo opaco no puede empañar
la memoria del fulgor.

Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.

El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.

Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.

Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.

Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.

Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.

Amigo Ramón:
No suelo copiar, en mis respuestas o comentarios, el texto comentado. Pero hoy lo he hecho para enarbolarlo como una bandera de ese eximio país de la poesía. Hacía tiempo que un poema no me llegaba de una forma tan directa. Tu poema, pleno de sensibilidad y maestría, es como una exposición dogmática de la precaria religión que aún puede seguirse en la ancianidad. Te felicito y te abrazo muy cordialmente.
Jerónimo

Siempre es una alegría que el poema llegue al lector, más en tu caso a quien considero un maestro en poesía. Un abrazo, Jerónimo.

[Ramón Carballal]

Este tiempo opaco no puede empañar
la memoria del fulgor.

Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.

El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.

Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.

Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.

Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.

Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.

Un poema poema resplandeciente, Ramón! Impecable en su vuelo. Abrazos, ERA

Gracias, ERA, por dejar tu amable comentario. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Me gustó mucho la intimidad que desprende el lenguaje y el recorrido selecto que haces para cerrar el poema con la luminosidad que la empiezas. Gracias por compartirlo.

Un abrazo

Gracias, Álex, por la amabilidad de tus palabras. Un abrazo.