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Re: voces de la infancia

Publicado: Mié, 09 Abr 2025 14:40
por Antonia Mauro
Guillermo Cumar. escribió: Mié, 22 Feb 2017 12:59 El dicho de que entre col y col lechuga sirve de modelo para sentir que hay voces que están al lado del gato y voces
al lado de la distancia y cerca del abismo. La sencillez te honra aunque por otro lado se ponga artificiosa sin ningún merecimiento.

un abrazo
Buenos comentarios había en este poema y yo no había respondido a ninguno de ellos.
A veces actuamos como gatas y nos revolvemos ante ciertas voces.
Otras sin embargo son maravillosas.
La voz de las abuelas tienen tanta fuerza que opacan el eco de otras voces,
hasta que dejan de sonar en la cabeza.

Un abrazo y gracias.

Re: Voces de la infancia

Publicado: Sab, 12 Abr 2025 19:13
por Alonso Vicent
Y qué jodíos son los recuerdos, a veces; pero no hay que olvidar los envistes aunque no nos gusten los toros.
Ternura e impotencia siento al leerte, pero que no se silencien las voces que tanto les queda por decir.
Un enorme abrazo, Antonia, hasta tus pastos gallegos desde este monte de cabras y jabalíes... que aún nos queda vino, y cerveza... y de paciencia algo.

Re: Voces de la infancia

Publicado: Sab, 19 Abr 2025 11:05
por Julio Gonzalez Alonso
Poema duro, como duro es el tema que trata y que, pese al paso del tiempo, no deja de serlo. Salud.

Re: Voces de la infancia

Publicado: Sab, 19 Abr 2025 12:59
por Fernando Marcos Rentero
Perder el miau cálido, por el marramiau perverso. ¡Por ti, por todas las añoradas abuelas, usa las uñas, gata!. Un saludo.

Re: Voces de la infancia

Publicado: Vie, 13 Jun 2025 4:57
por Lisandro Sánchez
Tu poema, Antonia, me ha puesto la piel de gallina. Es un canto de amor y dolor, de ternura frente a la crueldad. No sé cómo has podido lograrlo, pero en él hay belleza y dulzura a la par que testimonio vivo y crudo del tormento.

Somos, la colectividad humana, una colectividad enferma. El odio, el resentimiento, la reproducción de la violencia, de la crueldad, de la destrucción del otro, son una lacra que nos consume. Y cuando esa lacra es en el seno mismo del hogar, de las relaciones íntimas, la destrucción es omnipresente, sin tregua.

Cuando yo era niño, aún entre varones que más de una vez arreglaban las cosas a golpes, había unos códigos tajantes: no se le pega a una mujer, no se le pega a uno más chico, no se le pega a uno que no se defiende, no se pelea de a dos contra uno, porque es abuso. Suelo preguntarme dónde quedaron esos códigos. Si al menos respetásemos esos códigos de cavernícolas pero con límites, cuánto menos crueles seríamos.

Un fraterno abrazo.

Lisandro