J. J. M. Ferreiro escribió:Con un desierto por testigo,
Corbain corría las cañadas
que huyen a donde la tarde se empaña de escarlata.
Los días
se movían en él
como el sueño de un buque en alta mar;
esos que siempre se extravían en la niebla
levando horas incesantes,
horas como la densidad de la ceguera,
algo efectivamente muerto
como un niño sin corazón.
Corbain se sentía habitante
de un abismo cavado en otro abismo silencioso;
el humo que se asienta en algún ángulo olvidado.
Comenzó a desear,
desesperadamente,
el olor de la tierra amante,
extraña… húmeda,
donde el tajo segrega a la matriz
en un brote recién llorado.
Corbain buscaba
el ensalzamiento de la imaginación
Pero no le bastaba la vida ni sus ímpetus,
ni el histriónico gesto de lo sentido.
Exploraba los términos más profundos del río
donde la luna lo penetra
con sus manos congestionadas.
Él sabía que allí
había cielos ancorados
a encrucijadas y tiempos indemnes.
Excelente poema, con esas luces de exterior que se reflejan en el interior para poder explorar la misteriosa personalidad del personaje de Corbain. Tiene ritmo, tiene intensidad, bellas imágenes... ¿qué más se le puede pedir a un poema? Mi atronadora ovación para el señor Corbain y su creador.
Un fuerte abrazo.