Re: cómo empecé a escribir poemas
Publicado: Dom, 31 Mar 2019 18:48
Qué poema tan bello y tan evocador, Marius. Qué bien que se haya rescatado. Saludos.
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Tus letras son mágicas , las vivo mi admirado Marius.Marius Gabureanu escribió:Tomo medicinas cuyos nombres no recuerdo,
decía mi abuelo.
Apenas vislumbro su rostro, más bien el estiércol de los caballos
a los que se acercaba en plena noche,
como si no hubiera existido mejor caricia
que la que recibe un caballo en pesadillas.
La perdición sabe a ciruelas, decía mi abuelo.
A veces no abría los ojos durante todo el día para que no le doliera tanta sombra.
¿A quién le tienes miedo, abuelo?
Era mi forma de estar a su lado, una pregunta.
Parpadeaba por cualquier cosa últimamente.
Caían las cerezas y parpadeaba.
Siempre tenía las rodillas heridas, por cosas del campo.
De su rostro no se asustaban los peces.
Era duro, perfectamente duro, como una roca que no aceptaba ser roca
y degradarse.
¿ A quién le tienes miedo, abuelo?
Es un trino de los pájaros, decía.
Era hermoso cuando discutía.
Un cielo enfurecido lo acompañaba.
Nervioso por llover demasiado.
Nervioso por saber que hasta el trigo se prostituye.
Sus manos temblaban como si estuvieran sosteniendo la porcelana del agobio.
Una bufanda de niebla
le protegía de las cosas inexcusables
pero no la necesitaba,
por eso se despertaba antes que los días decidieran ser grises.
En el cenicero de todas las tormentas apago sus consejos, que nunca seguí.
Del cuello me cuelgan conejos sangrando.
Los vecinos hablaban de hacerle daño,
lo escuché escondido entre las ortigas
y empecé a escribir poemas.
Marius Gabureanu escribió:Tomo medicinas cuyos nombres no recuerdo,
decía mi abuelo.
Apenas vislumbro su rostro, más bien el estiércol de los caballos
a los que se acercaba en plena noche,
como si no hubiera existido mejor caricia
que la que recibe un caballo en pesadillas.
La perdición sabe a ciruelas, decía mi abuelo.
A veces no abría los ojos durante todo el día para que no le doliera tanta sombra.
¿A quién le tienes miedo, abuelo?
Era mi forma de estar a su lado, una pregunta.
Parpadeaba por cualquier cosa últimamente.
Caían las cerezas y parpadeaba.
Siempre tenía las rodillas heridas, por cosas del campo.
De su rostro no se asustaban los peces.
Era duro, perfectamente duro, como una roca que no aceptaba ser roca
y degradarse.
¿ A quién le tienes miedo, abuelo?
Es un trino de los pájaros, decía.
Era hermoso cuando discutía.
Un cielo enfurecido lo acompañaba.
Nervioso por llover demasiado.
Nervioso por saber que hasta el trigo se prostituye.
Sus manos temblaban como si estuvieran sosteniendo la porcelana del agobio.
Una bufanda de niebla
le protegía de las cosas inexcusables
pero no la necesitaba,
por eso se despertaba antes que los días decidieran ser grises.
En el cenicero de todas las tormentas apago sus consejos, que nunca seguí.
Del cuello me cuelgan conejos sangrando.
Los vecinos hablaban de hacerle daño,
lo escuché escondido entre las ortigas
y empecé a escribir poemas.