Editorial Alaire

Pilar Morte escribió:Precioso poema, Carmen, con ese estilo intimista que hace que los versos lleguen directos al alma del lector. Me gustó
Besos
Pilar

Ventura Morón escribió:Un poema muy bello Carmen- Me gusta como sitúas el tiempo, la mirada hacia el exterior, y a la vez, vuelves al interior de la casa, al interior de uno mismo. EL exterior vive en la tarde, en los colores que van haciéndose rojizos, y el interior se cuela por los cajones, los desvanes, los lugares secretos que pertenecen, quizás, a la memoria.
Pablo te da unas pistas que me parecen muy acertadas (personalmente, por ejemplo detrás del precioso verso: "en los cajones regresan nuestros sueños", siento al recitarlo la necesidad de ese cambio que él decía (estrofa o puntuación, etc). Es sólo una idea.
Gracias por compartir amiga.
Un beso

Julio Gonzalez Alonso escribió:Carmen, nos haces recrearnos en un amor que se desenvuelve entre la nostalgia y la evocación de los deseos vividos como un sueño; lleno de intimismo trasluce una felicdad un poco amarga, como la vida misma. Con un abrazo.
Salud.

Carmen Pla escribió:Tiembla el atardecer, este atardecer tan especial
en donde habita el aire claro del mundo,
el singular paso del tiempo
que trata de navegar en tu veleta,
donde cruje la eternidad en los armarios
y en los cajones regresan nuestros sueños,
podrás encontrarme siempre sin miedo y sin astucia
con las llamas devoradoras del último cortejo,
con el silencio de las playas en otoño
y un duradero recuerdo de las sendas del parque.
En esta tarde tan nuestra, la alegría nos dirá cosas,
esas cosas tan extrañas que mueren en los desvanes y escaleras
que interrogan nuestra voz y clausuran la memoria,
llevan agua de luna transparente
la evidencia de una raya de luz en otra ventana
que lentamente a cada tarde retorna.
La rutina no nos salva sin sumergir palabras en los labios
sin compartir los cántaros con agua, sin colorear la vida,
sin colocar en el umbral de nuestros pasos
todos los saldos de eternidad anticipada.
Tiembla la tarde que fue
el temple y el río, cristales apiñados
en los barrios antiguos que transitamos juntos,
ya sé que no es bastante, no quise ponerle adjetivos,
pero me llevo el reflejo que enrojece esta tarde
y una historia que jamás volverá a repetirse.