La Editorial Alaire, auspiciada por la Academia de Poesía Alaire, pone gratuitamente a disposición de sus foristas registrados, varios foros de poesía, prosa literaria, debates…, para que puedan publicar sus obras e interactuar entre ellos, así como, la tienda de libros donde se muestran las publicaciones, tanto en papel como en formato digital, estos mediante descarga gratuita. La razón de ser de nuestros foros se centra en promocionar la poesía, mediante las obras de los autores que participan en la plataforma de la Academia de Poesía Alaire. La promoción de la poesía, a nivel del mundo de habla hispana, conlleva una enorme responsabilidad, por ello, pedimos la máxima implicación de todos los miembros de Alaire. Vale recordar al gran maestro Dumas: uno para todos y todos para uno. Muchas gracias por todo, queridos compañeros.
Este poema es una catarsis necesaria. En ella tu espíritu poético va venciendo la fatalidad, y nos haces crecer en humanismo a los que somos testigos de tu destino. Yo lo leí de corrido, con un nudo en la garganta y la emoción estética que me inundaba. Tu poesía se vuelve cada vez más valiosa.
Un abrazo.
Óscar
La poesía es la única soga de la cual dispongo siempre que caigo en el pozo del todo sin sentido.
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me asustó la noche con su oscuridad
patibularia, el crujido metálico del ocre
y su rumor putrescente de gusanos.
–la carne asustadiza del tiempo
y sus horas en eterna descomposición–
Aquél que tú adoraras en la distancia
era ahora un bosque exangüe de pájaros
sumido en su verde parlanchín,
más páramo que vergel,
más desierto que oasis,
fanal en riscos apagado.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Las flores evidencian sus colores
como un pelotón de fusilamiento
que acomoda el fusil a su disparo
con la mano firme en la contienda
y un adiós –triste, muy triste–
en la mirada.
Se rompieron los flejes del verano
y me estalló el cielo con su metralla
de pájaros y su mar de azules
decibelios en constante aleteo,
majestuoso y decadente coro
de bocas que extrañan el pecho
sonámbulo de la tormenta.
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Ahora, por fin, cuelgo mi voz de la percha
–mi voz, que tiene hechuras de plomo–
para descamisarme los olvidos
y los silencios, y las arrugas
del lienzo de pronto se desvanecen
con su dicción de arroyo devoto
y su bisagra desnutrida.
Y así nos vamos despidiendo,
con el tráfico nervioso de las miradas
que no saben qué más decirse
para no tener que decirse nada,
cuando el taxi baja la bandera
y el dolor desaparece con un
rasguño de papel en las lagunas
neblinosas de la piel, sin otra
secuela más dulce que el amor
que esculpen a diario las fuentes
en su intento por volar de música
los aires.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
Un diamante puro este poema, Óscar. La emoción lo puede todo, derrite la belleza frente a los ojos e infiltra ternura, entrega y vida a borbotones.
Me atrevería a decir que este trabajo será un antes y después en la cercana posteridad.
Abrazo fuerte y gracias por compartir.
Con todo lo bueno que creo que es el poema, considero que hablar aquí de la posteridad es un poco exagerado, pero te agradezco, faltaría más, tu entrega y apoyo incondicional.
Un fuerte abrazo, Hallie. Gracias por venir y dejar tu apreciada huella.
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me asustó la noche con su oscuridad
patibularia, el crujido metálico del ocre
y su rumor putrescente de gusanos.
–la carne asustadiza del tiempo
y sus horas en eterna descomposición–
Aquél que tú adoraras en la distancia
era ahora un bosque exangüe de pájaros
sumido en su verde parlanchín,
más páramo que vergel,
más desierto que oasis,
fanal en riscos apagado.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Las flores evidencian sus colores
como un pelotón de fusilamiento
que acomoda el fusil a su disparo
con la mano firme en la contienda
y un adiós –triste, muy triste–
en la mirada.
Se rompieron los flejes del verano
y me estalló el cielo con su metralla
de pájaros y su mar de azules
decibelios en constante aleteo,
majestuoso y decadente coro
de bocas que extrañan el pecho
sonámbulo de la tormenta.
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Ahora, por fin, cuelgo mi voz de la percha
–mi voz, que tiene hechuras de plomo–
para descamisarme los olvidos
y los silencios, y las arrugas
del lienzo de pronto se desvanecen
con su dicción de arroyo devoto
y su bisagra desnutrida.
Y así nos vamos despidiendo,
con el tráfico nervioso de las miradas
que no saben qué más decirse
para no tener que decirse nada,
cuando el taxi baja la bandera
y el dolor desaparece con un
rasguño de papel en las lagunas
neblinosas de la piel, sin otra
secuela más dulce que el amor
que esculpen a diario las fuentes
en su intento por volar de música
los aires.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
Estimado Óscar:
Una vez más te felicito por este soberbio trabajo en el que consigues imagenes y momentos maravillosos. Muestra palpable de tu desbordante talento.
Un abrazo.
Miguel Angel.
Muchas gracias, Miguel Ángel. Me alegro de que hayas disfrutado con mis metáforas.
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me asustó la noche con su oscuridad
patibularia, el crujido metálico del ocre
y su rumor putrescente de gusanos.
–la carne asustadiza del tiempo
y sus horas en eterna descomposición–
Aquél que tú adoraras en la distancia
era ahora un bosque exangüe de pájaros
sumido en su verde parlanchín,
más páramo que vergel,
más desierto que oasis,
fanal en riscos apagado.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Las flores evidencian sus colores
como un pelotón de fusilamiento
que acomoda el fusil a su disparo
con la mano firme en la contienda
y un adiós –triste, muy triste–
en la mirada.
Se rompieron los flejes del verano
y me estalló el cielo con su metralla
de pájaros y su mar de azules
decibelios en constante aleteo,
majestuoso y decadente coro
de bocas que extrañan el pecho
sonámbulo de la tormenta.
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Ahora, por fin, cuelgo mi voz de la percha
–mi voz, que tiene hechuras de plomo–
para descamisarme los olvidos
y los silencios, y las arrugas
del lienzo de pronto se desvanecen
con su dicción de arroyo devoto
y su bisagra desnutrida.
Y así nos vamos despidiendo,
con el tráfico nervioso de las miradas
que no saben qué más decirse
para no tener que decirse nada,
cuando el taxi baja la bandera
y el dolor desaparece con un
rasguño de papel en las lagunas
neblinosas de la piel, sin otra
secuela más dulce que el amor
que esculpen a diario las fuentes
en su intento por volar de música
los aires.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
Me gustó mucho tu poema, todo, pero, en especial esta estrofa:
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Es un poema de amor suspendido en un espacio atemporal, temeroso del paso de los días y las horas, propone un camino que recorre el corazón, un equipaje de ternura, la voz es mucho más cercana, se agradece porque nos aproxima a ese amor-dolor que vive aún con miedo del olvido. Y es muy bello, has conseguido llenarlo todo de belleza y es seguro...que lo sabe.
Un fuerte abrazo.
Carmen
Esa estrofa que señalas es, en verdad, una de las más inspiradas. Así que no me queda sino felicitarte por tu buen gusto y criterio.
El olvido es, a veces, una maleta difícil de deshacer, aun cuando el viaje haya llegado a su fin.
Un fuerte abrazo, Carmen. Gracias, siempre, por estar ahí como una presencia fiel y constante.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
A mí me has emocionado profundamente, Óscar, al margen de metáforas, léxico exquisito y toda la retórica inimaginable, tus palabras me han dejado el corazón blandito... y ella también lo sabe.
Es un placer, siempre, siempre llegar a tu poesía.
Un abrazo.
Óscar Distéfano escribió:Este poema es una catarsis necesaria. En ella tu espíritu poético va venciendo la fatalidad, y nos haces crecer en humanismo a los que somos testigos de tu destino. Yo lo leí de corrido, con un nudo en la garganta y la emoción estética que me inundaba. Tu poesía se vuelve cada vez más valiosa.
Un abrazo.
Óscar
Gracias, pero creo que mi poesía ya era valiosa mucho antes de escribir este poema.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
A mí me has emocionado profundamente, Óscar, al margen de metáforas, léxico exquisito y toda la retórica inimaginable, tus palabras me han dejado el corazón blandito... y ella también lo sabe.
Es un placer, siempre, siempre llegar a tu poesía.
Un abrazo.
Y para mí es un placer tenerte en mis versos, con tu intuición poética tan certera y tu amabilidad connatural.
Me alegro de que mi poema te haya hecho sentir esa genuina emoción. Un fuerte abrazo, Marisa.