Editorial Alaire

Óscar Bartolomé Poy escribió:Me gustan esos versos cortos y contundentes como esquirlas de metralla, con todo el dolor que emana de ellos, su dureza metafísica y su monólogo existencial.

Saludos, Luis.

Rosa Marzal escribió:Miradas que se nos hacen tan crudamente sinceras y humanas que uno no puede dejar de verse reflejado a sí mismo con todas sus debilidades y miserias. Sabes que me encanta tu poesía, querido amigo. Un fuerte abrazo, Luis.

Ramón Carballal escribió:Algún tipo así he conocido, quizá yo mismo. Me ha gustado mucho la ironia con la que tratas el tema y formalmente me parece un acierto el uso del verso corto. Mi felicitación y un abrazo.

Mitsy Grey escribió:Decantando voluptuoso estado emocional, tu ansiedad de retorno al vientre materno, que rechaza tu exultante virilidad, nos hace transitar por esa especie de catarsis paisajista, en la que nos complacemos a entrar, quizás, por debilidad o curiosidad identificatoria.

Un lujo leerte, poeta! Un gran abrazo.

Mitsy

Marius Gabureanu escribió:Como dice Ramón, algún tipo así también he conocido, y más de uno, entonces a ver si cambio de espejo, jaja. Es imposible que el lector no se identifique con algunos o todos de tus versos, el poema habla mucho de la soledad y de la incomunicación, me ha encantado, Luis. Recibe mis abrazos, querido amigo.

Josefa A. Sánchez escribió:La vida, a pesar nuestro, es un suicidio por etapas y cuanto antes lo asumamos, mejor. Con o sin gato. Me ha gustado el poema.
Un abrazo.
Pepa

F. Enrique escribió: Bueno, Luis, has dado rienda suelta al desencanto y no has dejado títere con cabeza. Interesante poema, lo mejor en su mensaje es que deja lugar a que haya días distintos.

Un abrazo.

Raul Muñoz escribió:Un poema con duende e ingenio, atrapa y llega con fuerza, de principio a fin. El final es precioso, esa referencia a la mirada maternal, tal vez a lo imposible.

Me encanto Luis, mi enhorabuena por este estupendo poema.

Un abrazo.

Luis M. Mariño escribió:`

A menudo
he visto tipos dispuestos
a colgarse con la cadena
del inodoro
tras la octava cerveza,
mientras suena obsesiva
y cruelmente
en el hilo musical
alguna canción
de su grupo ochentero
favorito.
Gente a punto de rebanarse
las venas
con el filo de alguna estrella
fugaz, o de las que siempre lucen
en el mismo resquicio de cielo
las madrugadas febriles
y comúnmente primaverales
llamadas a paroxismos
y eméritas harturas.
He conocido también
algunas personas
con la extraña disposición
a despeñarse con el coche
cada día
por el mismo acantilado,
en el mismo atardecer,
desde la misma carretera
con vistas al mar
y a ese horizonte
risueño y de cálidos azules
como los de su infancia.
Gente dispuesta a arrojarse
al foso del zoo
para servir de almuerzo
a los tigres de bengala,
(o incluso a los perritos de las praderas),
quizás atraídos por la compasión
hacia los desesperanzados animales,
o por el hipnótico brillo de su pelaje,
las solemnes jornadas
de lluvia y de tormenta.
Hasta yo mismo
me he creído capaz
más de una vez
de inmolarme
en el casete de la chimenea
las noches
que sobre el sistema solar
que flota en mi salón
empieza a cuajar la nieve
y la cabrona de la gata
me atraviesa
con esa mirada clínica
tan odiosa
e insolentemente maternal,

tan suya...


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Ricardo Serna G escribió:
Interesante forma y contenido, me gustó


un abrazo fuerte, querido amigo