Editorial Alaire

Liz Barrio. escribió:

Ramón Carballal escribió:A veces las ciudades no quieren ser nuestras.

Su imagen no admite la huella múltiple
solo el ronquido exacto de las estatuas.

Y si retornas a esa canción hospitalaria que aún te dibuja,
si mancillas el sonoro ritmo de tus alas en la piel de su nombre,
comprenderás, quizá, su alergia a ser un claroscuro sin latitud,
una flor sempiterna,
un mar alegre,
el cenit que huye como un espejo invisible.

No vuelvas a la química de la memoria,
cada ciudad elige las preguntas que no dirá,
lo sabrás cuando recorras su laberinto de arañas
inmortales, te atrapará su nocturnidad, las mentiras
que un día dijiste en el mismo lugar
que hoy las niegas, su paso suburbial de murciélago
sin regreso.

No adivines, en fin, el músculo que la nostalgia esparce,
sé un ahora, un minuto que se piensa sol,
nubes intactas de este soliloquio fugaz
que se parece tanto a la vida.

Uff. Hermoso poema, "llegador", profundo y elocuente.
Un gran abrazo y un beso, poeta

José Manuel F. Febles escribió:Decirte, una vez más, que atrapas con tus versos, que eres un poeta extraordinario, y aprovecho para decírtelo en este momento, en que te digo que acabo de leer uno de ellos. Sé lo que digo cuando hablo de poesía, cuanto menos.

Un gran abrazo, amigo, desde la Ciudad de México.


José Manuel F. Febles

José Manuel F. Febles escribió:Decirte, una vez más, que atrapas con tus versos, que eres un poeta extraordinario, y aprovecho para decírtelo en este momento, en que te digo que acabo de leer uno de ellos. Sé lo que digo cuando hablo de poesía, cuanto menos.

Un gran abrazo, amigo, desde la Ciudad de México.


José Manuel F. Febles

Hallie Hernández Alfaro escribió:

José Manuel F. Febles escribió:Decirte, una vez más, que atrapas con tus versos, que eres un poeta extraordinario, y aprovecho para decírtelo en este momento, en que te digo que acabo de leer uno de ellos. Sé lo que digo cuando hablo de poesía, cuanto menos.

Un gran abrazo, amigo, desde la Ciudad de México.


José Manuel F. Febles

Cito esta respuesta de manera textual, Ramón, porque coincido totalmente con José Manuel.
La sensibilidad inteligente, la poética elevada y tu manera de plasmar reinos enteros son cosas extraordinarias (incluyo aquí tus tentativas brillantes en prosa); he dicho ésto antes y no temo repetirme; nueve años hace que leí por primera vez tus trabajos y cada vez que lo hago me digo: volvió a lograrlo: un poema sumamente bueno. El mundo según nuestro poeta Carballal es un planeta inminente, bellísimo, histórico. Eres uno de los elegidos de la madre Poesía, ya sé que tu humildad no lo admite, pero somos unos cuantos quienes lo comprobamos cada vez que aparece un nuevo título firmado por ti.

Abrazos y felicidad, queridos compañeros.

Ramón Carballal escribió:A veces las ciudades no quieren ser nuestras.

Su imagen no admite la huella múltiple
solo el ronquido exacto de las estatuas.

Y si retornas a esa canción hospitalaria que aún te dibuja,
si mancillas el sonoro ritmo de tus alas en la piel de su nombre,
comprenderás, quizá, su alergia a ser un claroscuro sin latitud,
una flor sempiterna,
un mar alegre,
el cenit que huye como un espejo invisible.

No vuelvas a la química de la memoria,
cada ciudad elige las preguntas que no dirá,
lo sabrás cuando recorras su laberinto de arañas
inmortales, te atrapará su nocturnidad, las mentiras
que un día dijiste en el mismo lugar
que hoy las niegas, su paso suburbial de murciélago
sin regreso.

No adivines, en fin, el músculo que la nostalgia esparce,
sé un ahora, un minuto que se piensa sol,
nubes intactas de este soliloquio fugaz
que se parece tanto a la vida.

E. R. Aristy escribió:

Ramón Carballal escribió:A veces las ciudades no quieren ser nuestras.

Su imagen no admite la huella múltiple
solo el ronquido exacto de las estatuas.

Y si retornas a esa canción hospitalaria que aún te dibuja,
si mancillas el sonoro ritmo de tus alas en la piel de su nombre,
comprenderás, quizá, su alergia a ser un claroscuro sin latitud,
una flor sempiterna,
un mar alegre,
el cenit que huye como un espejo invisible.

No vuelvas a la química de la memoria,
cada ciudad elige las preguntas que no dirá,
lo sabrás cuando recorras su laberinto de arañas
inmortales, te atrapará su nocturnidad, las mentiras
que un día dijiste en el mismo lugar
que hoy las niegas, su paso suburbial de murciélago
sin regreso.

No adivines, en fin, el músculo que la nostalgia esparce,
sé un ahora, un minuto que se piensa sol,
nubes intactas de este soliloquio fugaz
que se parece tanto a la vida.

Un poema excelso, sabio más allá del arco inmemorial! Te felicito, Ramón. Abrazo, ERA

Maria Lua escribió:Y si retornas a esa canción hospitalaria que aún te dibuja, si mancillas el sonoro ritmo de tus alas en la piel de su nombre, comprenderás, quizá, su alergia a ser un claroscuro sin latitud, una flor sempiterna, un mar alegre, el cenit que huye como un espejo invisible.




Bello, profundo!Me encanta leerte en los caminosde la poesía!Bicos, amigo RamónMaria Lua

Raul Muñoz escribió:Me gusta, Ramón, el recorrido por los lugares que habitamos, esos que queremos hacer nuestros, pero escapan a nuestra voluntad. Sí es cierto que llevan las ciudades las huellas de sus constructores y habitantes, pero huellas que son efímeras y se escurren, como la misma vida.

Mi enhorabuena, amigo, por este hermoso poema, y gracias por compartir.

Un abrazo.

Ramón Carballal escribió:A veces las ciudades no quieren ser nuestras.

Su imagen no admite la huella múltiple
solo el ronquido exacto de las estatuas.

Y si retornas a esa canción hospitalaria que aún te dibuja,
si mancillas el sonoro ritmo de tus alas en la piel de su nombre,
comprenderás, quizá, su alergia a ser un claroscuro sin latitud,
una flor sempiterna,
un mar alegre,
el cenit que huye como un espejo invisible.

No vuelvas a la química de la memoria,
cada ciudad elige las preguntas que no dirá,
lo sabrás cuando recorras su laberinto de arañas
inmortales, te atrapará su nocturnidad, las mentiras
que un día dijiste en el mismo lugar
que hoy las niegas, su paso suburbial de murciélago
sin regreso.

No adivines, en fin, el músculo que la nostalgia esparce,
sé un ahora, un minuto que se piensa sol,
nubes intactas de este soliloquio fugaz
que se parece tanto a la vida.

Antonio Justel escribió:

Ramón Carballal escribió:A veces las ciudades no quieren ser nuestras.

Su imagen no admite la huella múltiple
solo el ronquido exacto de las estatuas.

Y si retornas a esa canción hospitalaria que aún te dibuja,
si mancillas el sonoro ritmo de tus alas en la piel de su nombre,
comprenderás, quizá, su alergia a ser un claroscuro sin latitud,
una flor sempiterna,
un mar alegre,
el cenit que huye como un espejo invisible.

No vuelvas a la química de la memoria,
cada ciudad elige las preguntas que no dirá,
lo sabrás cuando recorras su laberinto de arañas
inmortales, te atrapará su nocturnidad, las mentiras
que un día dijiste en el mismo lugar
que hoy las niegas, su paso suburbial de murciélago
sin regreso.

No adivines, en fin, el músculo que la nostalgia esparce,
sé un ahora, un minuto que se piensa sol,
nubes intactas de este soliloquio fugaz
que se parece tanto a la vida.

... Ramón, mi reconocimiento, estimado amigo, a tu poesía; felicitaciones una vezs más y mis saludos; Orión

Rosa Marzal escribió:La ciudad que deja su impronta en las huellas de nuestra existencia... Magnífico poema. Qué grande eres, Ramón. Admiro tu talento. Abrazos.

Ramón Carballal escribió:A veces las ciudades no quieren ser nuestras.

Su imagen no admite la huella múltiple
solo el ronquido exacto de las estatuas.

Y si retornas a esa canción hospitalaria que aún te dibuja,
si mancillas el sonoro ritmo de tus alas en la piel de su nombre,
comprenderás, quizá, su alergia a ser un claroscuro sin latitud,
una flor sempiterna,
un mar alegre,
el cenit que huye como un espejo invisible.

No vuelvas a la química de la memoria,
cada ciudad elige las preguntas que no dirá,
lo sabrás cuando recorras su laberinto de arañas
inmortales, te atrapará su nocturnidad, las mentiras
que un día dijiste en el mismo lugar
que hoy las niegas, su paso suburbial de murciélago
sin regreso.

No adivines, en fin, el músculo que la nostalgia esparce,
sé un ahora, un minuto que se piensa sol,
nubes intactas de este soliloquio fugaz
que se parece tanto a la vida.