Re: Tras las máscaras
Publicado: Lun, 15 Feb 2016 19:06
Arriba con este muy bello poema de Rosa.
Foro poético-literario, revista y tienda de libros de la Editorial Alaire. Poemas de todo tipo, relatos cortos, ensayos. Debates, discusiones y todo tipo de estudios sobre temas relacionados con el ámbito literario. Convocatorias de concursos de poesía.
https://foro.editorialalaire.es/
Rosa Marzal escribió:¿Quién eres, sombra, que ardes tras las pupilas huérfanas
siguiendo las pisadas de una aurora limítrofe?
No,
no escuches
el drama que se gesta en el ombligo del cielo;
disfrázate de gloria,
encripta las espinas de tus peces azules en un código de humo.
Amordacemos la lengua de la luz, violemos sus adagios
con falsas primaveras.
Nada temáis:
coseré el avispero de la noche a su sombra,
hijos míos.
Nada temáis,
he tejido este árbol de nadie,
este pozo de risas,
para podar las ramas del temblor que se agitan
en el alma de un verbo.
Ahora, creedme:
¡Qué hermosos hijos de cera
parirán nuestras máscaras!
Me levanto para aplaudir. La variación y combinación de alejandrinos y heptasílabos con otros de mayor o menor amplitud, más el estilo directo, produce la magia que completas en el fraseo bien escogido, la palabra oportuna y justa que nos lleva a la evocación de un estado de ánimo dominado por la tensión. ¡Y qué magnífico y oportuno cierre! A mí, solamente me sobraría el "limítrofe" de la aurora y leería: siguiendo las pisadas de la aurora? Tal vez no precise tanto, deja más indeterminada la distancia, pero resulta más sugerente y eufónico. Es, solamente, una humilde opinión.Rosa Marzal escribió: ¿Quién eres, sombra, que ardes tras las pupilas huérfanas
siguiendo las pisadas de una aurora limítrofe?
No,
no escuches
el drama que se gesta en el ombligo del cielo;
disfrázate de gloria,
encripta las espinas de tus peces azules en un código de humo.
Amordacemos la lengua de la luz, violemos sus adagios
con falsas primaveras.
Nada temáis:
coseré el avispero de la noche a su sombra,
hijos míos.
Nada temáis,
he tejido este árbol de nadie,
este pozo de risas,
para podar las ramas del temblor que se agitan
en el alma de un verbo.
Ahora, creedme:
¡Qué hermosos hijos de cera
parirán nuestras máscaras!