Editorial Alaire

Raúl, te agradezco mucho tu amable y generosa lectura. Un abrazo para ti.

Me acordé del puño, más bien de un corazón que se abría y se cerraba. Se abría para palpar. Cuando nada encontraba emitía una palabra para poder cerrarse a tiempo sin que el sol lo lastime. Si la palabra era amorosa le era más fácil, podría volver a abrirse a palpar que era lo que en realidad disfrutaba. La cuestión es que siendo puño desconfiaba mucho de las palabras amorosas y por eso cada gesto de abrirse terminaba siendo como un salto para cortar pedazos de silencio. Con ellos se cubría como una ropa a tiempo del frío o del calor. A veces el corazón abierto, una mano bah... estaba tan tapado con sus trapos silenciosos que lo único que palpaba era su propio silencio. Así protegido en el silencio la intemperie no lo molestaba y no se sentía obligado a hacerse corazón. Cada tanto alguien suponía cosas de su silencio y lo descubría, como una primavera bajo la nieve, aunque en realidad era un puño abierto bajo su silencio, un corazón bah.. diciendo palabras para poder defenderse.

Estoy algo colmado, o sincopado, sí, un corazón, un puño y un vaso con todo el vino que se le cobra a la sangre atrasada, como sustitutivo, como fuerza impostada. Hoy me acabé "Los años de peregrinación del chico sin color" y la jodí del todo y para un tiempo largo, y ahora mismo le acabas de hacer el retrato a la palma sobre el libro cerrado. La comprensión es como el hilo de plata, luminoso, aunque nunca se sepa adónde lleva el gesto de verla, de acompañarla. Siempre agradecido, Macedonio. Abrazo enorme.

Hice ya varios comentarios hasta llegar a tu poema. Ahora me callo y gozo de la lectura.

Marius, no te calles nunca.

lorenacaboo, te agradezco mucho, es muy bello lo que dices. Abrazos.