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Publicado: Mié, 23 Oct 2013 8:59
por Antonio Urdiales
Es cierto que el poema rezuma belleza a raudales, y que es tierno, pero hay una sutil y casi imperceptible variación entre las briznas de hierba que ella deja caer y las briznas agostadas que a él no le permiten verla. Entiendo que es que la edad no perdona, que el tiempo pasa para todos.

Ha sido un placer leerte.

Un abrazo.

Publicado: Mié, 23 Oct 2013 21:44
por Bruno Laja
Pepa, es muy bello lo que dices, te lo agradezco. Recibe un fuerte abrazo.

Nésthor, creo que es lo mejor que le puede pasar a alguien que escribe, lo que tú dices, no dejar indiferente. Te abradezco mucho. Un abrazo.

Óscar, mi gratitud siempre por tu atención. Un fuerte abrazo, amigo.

Daniel, gracias a ti, por la delicadeza de tus palabras. Un abrazo.

Antonio, quise aquí echar por tierra la soberbia masculina a la hora de escribir un poema de amor, ya sabes, cuando nos ponemos trascendentes y plañidores y en plan maestro o paternal. Como somos los autores del poema, no le damos a aquella a la que dirigimos nuestras palabras la posibilidad de réplica.
Así, él trata ansiosamente de mostrarle a ella el cielo como espacio natural de su amor, como trascendencia, y después el gesto de derrota, la gravedad y el peso del aquí.
También trata de iluminarla cuando yacen juntos, sobre lo material, el trocito de pasto, la carne efímera. Pero ella se ríe, no lo ve, se impone la vitalidad natural femenina, la frescura, lo salvaje. Es su manera de decir eres un pesado, no sabes vivir, amar no es así. Él sí la ve, a través de las briznas de su propio pesimismo, de su postura trascendente ( el paso del tiempo, etc ) y es la belleza de ella la que le enseña a él. Por eso se siente como uno que iba a iluminar, pero de pronto no sabe cómo, ni dónde, ni qué. Quiero que me perdones por toda esta palabrería, Antonio, pero me pareció oportuna. Recibe un fuerte abrazo.