Publicado: Mar, 17 Sep 2013 19:00
Antonio Urdiales, Un placer descubrir tu poesía, Antonio! Mis congratulaciones!
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Nésthor Olalla escribió:Te doy la bienvenida, compañero. Tiempo sin saber ni de tu pluma.
Excelente poema, por cierto.
Un abrazo.
Hallie Hernández Alfaro escribió:Muy hermoso y pleno de hallazgos, Antonio.
La penúltima estrofa es enorme.
Bienvenido seas a nuestro Alaire.
Saludos y felicidad.
Antonio Urdiales escribió:
Amanecía un letargo de silencios
por las tímidas ranuras de luz
que mimosa filtraba la mimosa,
y un aroma floral de alta primavera
inundaba el vuelo suave de la brisa
que asaltaba la liviana caída
del diáfano tul de los visillos
mientras que sometidas por la luz,
veladas y prudentes,
se iban evadiendo las sombras.
Pero aún quedaba un deje de penumbra
esbozando el tenue surco de tu espalda
cuando mis dedos se hacían fuego
incendiando valles aprendidos
que anidaban bajo el perfil de tu cadera…
Y fueron las olas suspiros
matizando los requiebros murmurados en voz baja,
mientras los besos sembraban mariposas
que incendiaban la piel
bajo la tibieza de las sábanas dormidas.
Después he muerto una y mil veces
el suicidio vertical de tus palomas
en noches de tormentas enterradas,
a pesar de recitarte entre suspiros
aromas de jardines en cascada
que musitaban arabescos por tu piel.
Hoy, más allá del túnel del tiempo,
agotada de insomnio la mimosa,
anochece un dejo de tristeza en la ventana
y húmeda de deseo
la niebla llora ausencias desveladas
en las ramas desnudas de la espera,
mientras que en la mente enfebrecida
todavía sobreviven las caricias a la muerte
Antonio Urdiales
Antonio Urdiales escribió:
Amanecía un letargo de silencios
por las tímidas ranuras de luz
que mimosa filtraba la mimosa,
y un aroma floral de alta primavera
inundaba el vuelo suave de la brisa
que asaltaba la liviana caída
del diáfano tul de los visillos
mientras que sometidas por la luz,
veladas y prudentes,
se iban evadiendo las sombras.
Pero aún quedaba un deje de penumbra
esbozando el tenue surco de tu espalda
cuando mis dedos se hacían fuego
incendiando valles aprendidos
que anidaban bajo el perfil de tu cadera…
Y fueron las olas suspiros
matizando los requiebros murmurados en voz baja,
mientras los besos sembraban mariposas
que incendiaban la piel
bajo la tibieza de las sábanas dormidas.
Después he muerto una y mil veces
el suicidio vertical de tus palomas
en noches de tormentas enterradas,
a pesar de recitarte entre suspiros
aromas de jardines en cascada
que musitaban arabescos por tu piel.
Hoy, más allá del túnel del tiempo,
agotada de insomnio la mimosa,
anochece un dejo de tristeza en la ventana
y húmeda de deseo
la niebla llora ausencias desveladas
en las ramas desnudas de la espera,
mientras que en la mente enfebrecida
todavía sobreviven las caricias a la muerte
Antonio Urdiales