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Re: re: LOS NIÑOS QUE ÉRAMOS

Publicado: Lun, 16 Sep 2013 5:22
por Gerardo Mont
Óscar Distéfano escribió:Una cascada de imágenes muy bien engarzadas para rescatar el tiempo perdido, exhumarlo y llorarlo. Lo encomiable del poema es la destreza en el manejo del lenguaje y la abundancia de símbolos rescatados. Me ha gustado mucho. Su lectura alcanzó la fascinación de las obras perfectas, de las obras de arte.

Un abrazo, amigo.
Óscar



Muchas gracias Oscar por el tiempo que tomas para tus profundas lecturas y para comentar inteligente y didácticamente... Un honor tu paso. Qué estés bien. Un abrazo de amigo.

re: LOS NIÑOS QUE ÉRAMOS

Publicado: Lun, 16 Sep 2013 11:21
por Pablo Ibáñez
Gerardo,

me ha gustado muchísimo, amigo, como siempre. Nos estás mal acostumbrando a un nivel muy alto. Me gusta la suave añoranza que recorre todo el poema, entre el lamento y la ternura, el recuerdo de la infancia desde la posición madura, serena y lúcida, algo triste y resignada, guardando tiernamente la memoria, el tesoro de lo vivido.

Me ha encantado.

Un abrazo.

Re: LOS NIÑOS QUE ÉRAMOS

Publicado: Mar, 17 Sep 2013 23:27
por Gerardo Mont
Luna de Nos escribió:
Gerardo Mont escribió:Yo quise atisbar como el poeta,
las raíces maduras del ciprés
que repujan el silencio entre las nubes;
y extraer la savia del azul marchito,
ese que se siente como el frío…
Restaurar el reverso abatido de los párpados,
con los prismas triangulares que en la boca,
embriagan de perpetuidad a los jardines.
Pero se habían torcido los renglones,
de cada hombre con que escribo.


Tantos niños fui de poco a poco,
cayendo de las ramas de los barrios,
sudando los potreros
de verde en verde hasta la paja,
retando la alambrada
que iguala valle, a túnel o suicida…
Cayendo del aire a los pulmones,
y de los lapsus de las madres,
a los barrotes cotidianos
del sino carcelero.


Caíamos entonces,
como héroes retirados de los comics,
al rincón de las fotos desteñidas
tildadas de vaho en la mañana,
y al corazón que se dibuja
con un nudo en el estómago,
mientras las lágrimas escalan su caída
en la ventana.


Y caíamos del revés de los bolsillos
como domingos sin domingo,
hasta un día entre semana.


Sentíamos sobrepeso en los zapatos,
ansiábamos sobrevolar por los escollos;
y apostando descalzos al barrial,
dosificábamos la muerte prematura de los muertos.

Añorábamos,
la sencillez en blanco y negro de la tele,
el sermón recargable de los curas,
el llanto ingenuo y desmedido,
del que vomita por tan lleno.

Mientras el reloj
goteaba entre las manos,
diluviaba el miedo.
Ese miedo del hombre por los niños
que de puntas acechan por las noches.

(A mis niños las máscaras del hombre,
los panes rancios, el ruido vulnerando los cristales,
los peces en las ramblas;
a mis niños las plazas exhumadas,
hurgar los géneros perdidos,
las perchas del graduado,
el polvo que cae en los hombros,
presagio del nicho en las ventanas…
Y tras las puertas,
los dejavú de libros olvidados
importunando los fantasmas,
con esa pulcritud que los sicarios,
detonan la voz cárdena
del gris de las jornadas).


¡Ah! , si pudiera convocarlos
al paseo en bicicleta de las tardes aceitadas,
si pudiera despertar un sol de helio
entre sus manos,
sembrar de nuevo en las heridas,
los balones del equipo,
las yemas de un buen padre
y de una flor color de hermano;
y del amigo que no estuvo
en los eclipses.

¡Ah!, si pudiera alquimiar todos mis versos
y hacer de mi jardín, un jardín color poeta,
no este fin incurable…,
lo marchito
que resume de mis letras.
Gerardo qué bueno es leerte, encontrar en tu voz la propia, jugar a que la magia existe, y que el tiempo no ha sido perdido, sino aquilatado.
Hoy en Montevideo, diluvia literalmente.
Un abrazo, Luna.-

Siempre un honor contar con tu lectura y con tu apoyo. Te agradezco mucho tu paso, estimada poeta. Que estés bien... Abrazos sinceros.

Re: LOS NIÑOS QUE ÉRAMOS

Publicado: Mié, 18 Sep 2013 4:46
por E. R. Aristy
Gerardo Mont escribió:Yo quise atisbar como el poeta,
las raíces maduras del ciprés
que repujan el silencio entre las nubes;
y extraer la savia del azul marchito,
ese que se siente como el frío…
Restaurar el reverso abatido de los párpados,
con los prismas triangulares que en la boca,
embriagan de perpetuidad a los jardines.
Pero se habían torcido los renglones,
de cada hombre con que escribo.


Tantos niños fui de poco a poco,
cayendo de las ramas de los barrios,
sudando los potreros
de verde en verde hasta la paja,
retando la alambrada
que iguala valle, a túnel o suicida…
Cayendo del aire a los pulmones,
y de los lapsus de las madres,
a los barrotes cotidianos
del sino carcelero.


Caíamos entonces,
como héroes retirados de los comics,
al rincón de las fotos desteñidas
tildadas de vaho en la mañana,
y al corazón que se dibuja
con un nudo en el estómago,
mientras las lágrimas escalan su caída
en la ventana.


Y caíamos del revés de los bolsillos
como domingos sin domingo,
hasta un día entre semana.


Sentíamos sobrepeso en los zapatos,
ansiábamos sobrevolar por los escollos;
y apostando descalzos al barrial,
dosificábamos la muerte prematura de los muertos.

Añorábamos,
la sencillez en blanco y negro de la tele,
el sermón recargable de los curas,
el llanto ingenuo y desmedido,
del que vomita por tan lleno.

Mientras el reloj
goteaba entre las manos,
diluviaba el miedo.
Ese miedo del hombre por los niños
que de puntas acechan por las noches.

(A mis niños las máscaras del hombre,
los panes rancios, el ruido vulnerando los cristales,
los peces en las ramblas;
a mis niños las plazas exhumadas,
hurgar los géneros perdidos,
las perchas del graduado,
el polvo que cae en los hombros,
presagio del nicho en las ventanas…
Y tras las puertas,
los dejavú de libros olvidados
importunando los fantasmas,
con esa pulcritud que los sicarios,
detonan la voz cárdena
del gris de las jornadas).


¡Ah! , si pudiera convocarlos
al paseo en bicicleta de las tardes aceitadas,
si pudiera despertar un sol de helio
entre sus manos,
sembrar de nuevo en las heridas,
los balones del equipo,
las yemas de un buen padre
y de una flor color de hermano;
y del amigo que no estuvo
en los eclipses.
Tu alma se deleita jovial en todas las cosas bellas
¡Ah!, si pudiera alquimiar todos mis versos
y hacer de mi jardín, un jardín color poeta,
no este fin incurable…,
lo marchito
que resume de mis letras.


Cada etapa es de único valor. Creo que plantas una maravillosa creación en el jardín, y que tu alma se deleita jovial con todas las cosas bellas. Ha sido un placer venir a jugar en el jardín color Gerardo Mont. Abrazos, ERA

Publicado: Mié, 18 Sep 2013 20:45
por Quinteño de Greda
Alquimia de versos, evocando por paisajes y etapas la niñez, agridulce...
!Ah!, si pudiera...! me encantó, amigo mío.
Un abrazo.

Re: re: LOS NIÑOS QUE ÉRAMOS

Publicado: Vie, 20 Sep 2013 23:22
por Gerardo Mont
José Manuel F. Febles escribió:Un trabajo poético excelente, de figuras evocadoras que nos traes al recuerdo, con la arquitectura del poeta que eres. Magnífico tu decir, querido amigo.

Un fuerte abrazo.

José Manuel F. Febles


Un honor tu paso, José Manuel. Te agradezco lmucho tu lectura y tu apoyo. Qué este´s bien. Mis abrazos de amigo.

Re: re: LOS NIÑOS QUE ÉRAMOS

Publicado: Sab, 21 Sep 2013 20:55
por Gerardo Mont
Pablo Ibáñez escribió:Gerardo,

me ha gustado muchísimo, amigo, como siempre. Nos estás mal acostumbrando a un nivel muy alto. Me gusta la suave añoranza que recorre todo el poema, entre el lamento y la ternura, el recuerdo de la infancia desde la posición madura, serena y lúcida, algo triste y resignada, guardando tiernamente la memoria, el tesoro de lo vivido.

Me ha encantado.

Un abrazo.


Estimado amigo, sabes que siempre agradezco tu paso amable y motivador, pero también tu crítica sana y bien intencionada... Qué estés bien, un abrazo de amigo que te aprecia.

Re: LOS NIÑOS QUE ÉRAMOS

Publicado: Mar, 24 Sep 2013 21:18
por Gerardo Mont
E. R. Aristy escribió:
Gerardo Mont escribió:Yo quise atisbar como el poeta,
las raíces maduras del ciprés
que repujan el silencio entre las nubes;
y extraer la savia del azul marchito,
ese que se siente como el frío…
Restaurar el reverso abatido de los párpados,
con los prismas triangulares que en la boca,
embriagan de perpetuidad a los jardines.
Pero se habían torcido los renglones,
de cada hombre con que escribo.


Tantos niños fui de poco a poco,
cayendo de las ramas de los barrios,
sudando los potreros
de verde en verde hasta la paja,
retando la alambrada
que iguala valle, a túnel o suicida…
Cayendo del aire a los pulmones,
y de los lapsus de las madres,
a los barrotes cotidianos
del sino carcelero.


Caíamos entonces,
como héroes retirados de los comics,
al rincón de las fotos desteñidas
tildadas de vaho en la mañana,
y al corazón que se dibuja
con un nudo en el estómago,
mientras las lágrimas escalan su caída
en la ventana.


Y caíamos del revés de los bolsillos
como domingos sin domingo,
hasta un día entre semana.


Sentíamos sobrepeso en los zapatos,
ansiábamos sobrevolar por los escollos;
y apostando descalzos al barrial,
dosificábamos la muerte prematura de los muertos.

Añorábamos,
la sencillez en blanco y negro de la tele,
el sermón recargable de los curas,
el llanto ingenuo y desmedido,
del que vomita por tan lleno.

Mientras el reloj
goteaba entre las manos,
diluviaba el miedo.
Ese miedo del hombre por los niños
que de puntas acechan por las noches.

(A mis niños las máscaras del hombre,
los panes rancios, el ruido vulnerando los cristales,
los peces en las ramblas;
a mis niños las plazas exhumadas,
hurgar los géneros perdidos,
las perchas del graduado,
el polvo que cae en los hombros,
presagio del nicho en las ventanas…
Y tras las puertas,
los dejavú de libros olvidados
importunando los fantasmas,
con esa pulcritud que los sicarios,
detonan la voz cárdena
del gris de las jornadas).


¡Ah! , si pudiera convocarlos
al paseo en bicicleta de las tardes aceitadas,
si pudiera despertar un sol de helio
entre sus manos,
sembrar de nuevo en las heridas,
los balones del equipo,
las yemas de un buen padre
y de una flor color de hermano;
y del amigo que no estuvo
en los eclipses.
Tu alma se deleita jovial en todas las cosas bellas
¡Ah!, si pudiera alquimiar todos mis versos
y hacer de mi jardín, un jardín color poeta,
no este fin incurable…,
lo marchito
que resume de mis letras.


Cada etapa es de único valor. Creo que plantas una maravillosa creación en el jardín, y que tu alma se deleita jovial con todas las cosas bellas. Ha sido un placer venir a jugar en el jardín color Gerardo Mont. Abrazos, ERA


Amiga Era, para mí es un honor saber de tu lectura y una alegría encontrar tu huella, inteligente y motivadora en mis humildes trazos. Mis abrazos sinceros, poeta.

Publicado: Jue, 26 Sep 2013 15:30
por Isabel Moncayo
Es fácil reconocerse un muchos de tus versos, amigo Gerardo, las imágenes son altamente evocadoras y por tanto bellas, ah, la niñez, que a veces quiere de-volvernos a un tiempo irrepetible y añorado.

Lo de disfrutado. Un abrazo.