Marius Gabureanu escribió:El niño escala la tripa de una vaca rumiante de fantasmas.
Tiene el herbario completo y los pétalos de la traición almacenados en el libro de la lengua.
La clorofila se engorda sabiamente en el perímetro de los muertos.
Nunca ha estado en la escuela, pero aprendió a leer el nombre de las cruces,
los vocablos de cascara quebrada, las moradas intuidas en los aplausos de las caídas.
El niño pega los oídos a la ubre para escuchar el blanco lamento de la hierba
como si Dios durmiera demasiado bajo los efectos de los somníferos del martirio
y mira las dunas frescas, se hunde en el volumen del olvido
como un margen de error. Mientras el sol se dedica a clonar infiernos
la vaca se levanta y camina a solas para la casa.
El niño sin retinas sigue la campana colgando a su cuello y roza las ortigas, pero no llora.
Con los cuernos empuja la puerta y se refugia en los incendios.
El niño colorea el agua con los pinceles sangrando de sus pies
y abraza un muñeco hecho de hojas de maíz, con cabello de viento.
La vaca vomita el veneno destilado del prado y en la claustrofobia del establo reza al reflejo de una grieta.
Especialmente en estos tiempos el nino esta mas solo que nunca. El amor natural ha devaluado. Decir que no hay valores es incorrecto, pero los valores que hay son tan vacios como ese vacio que causa ignorar a solas la presencia de nuestro espiritu. Tu poema me recuerda al arte surreal contemporaneo. Me conmueve tu obra y la considero importante y veraz. Abrazos, ERA