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El alma del poeta mucho siente y luego... escribe, con pulso, tino y concierto. Estos versos son bellísimos, me han llegado hondamente.Rafael Valdemar escribió:Miro a través de unos ojos oscuros como bruma,
y entonces me abandono a la fatiga del momento,
siento el vuelo de las aves desplomarse en tierra firme
y el pulso de los astros en la memoria se apaga:
en el sopor de la rutina permanecen varadas sus cenizas.
Desfallece el amor, desde su soledad aulla,
por eso dejo que el corazón a la intemperie se abrigue
y el latido de la vida de golpe se detiene,
sobre el costado la danza del fuego queda inmóvil,
y ateridas mis manos de piel en piel la ternura mendigan.
A veces quiero alzarme con el sueño de un cometa,
elevarme hasta la cima de una nube, volar
abrazado a la tormenta y besar los labios de la lluvia
para que al vientre de la tierra lo preñen de esperanza,
aunque una póstula de sed reseque al mundo.
¿Cómo poder ser una tarde serena,
o una fracción de luz ineluctable
que a la orfandad de la noche estimule?
Quiero tomar posesión de lo proscrito,
de la voz desnuda que crece entre mordazas,
y habitar la triste geografía de quien aún espera
labrar en su dolor retoños de alegría.
Aunque todo sea fragilidad y se esfume
entre las telarañas del tiempo, no quiero renunciar a esa liturgia
donde la esperanza es una bendición multiplicada.
Tal vez así pudiera rescatar de sus escombros
la vieja arquitectura de esos nombres que al futuro domaron
y en los ataúdes del fracaso se los llevó el olvido.
Rafael Valdemar escribió:Miro a través de unos ojos oscuros como bruma,
y entonces me abandono a la fatiga del momento,
siento el vuelo de las aves desplomarse en tierra firme
y el pulso de los astros en la memoria se apaga:
en el sopor de la rutina permanecen varadas sus cenizas.
Desfallece el amor, desde su soledad aulla,
por eso dejo que el corazón a la intemperie se abrigue
y el latido de la vida de golpe se detiene,
sobre el costado la danza del fuego queda inmóvil,
y ateridas mis manos de piel en piel la ternura mendigan.
A veces quiero alzarme con el sueño de un cometa,
elevarme hasta la cima de una nube, volar
abrazado a la tormenta y besar los labios de la lluvia
para que al vientre de la tierra lo preñen de esperanza,
aunque una póstula de sed reseque al mundo.
¿Cómo poder ser una tarde serena,
o una fracción de luz ineluctable
que a la orfandad de la noche estimule?
Quiero tomar posesión de lo proscrito,
de la voz desnuda que crece entre mordazas,
y habitar la triste geografía de quien aún espera
labrar en su dolor retoños de alegría.
Aunque todo sea fragilidad y se esfume
entre las telarañas del tiempo, no quiero renunciar a esa liturgia
donde la esperanza es una bendición multiplicada.
Tal vez así pudiera rescatar de sus escombros
la vieja arquitectura de esos nombres que al futuro domaron
y en los ataúdes del fracaso se los llevó el olvido.