re: Ansiedad.
Publicado: Jue, 20 Mar 2008 12:07
Introspección poética y humana Rafel, madurez a todas luces, de ambas.
Esa pena, esa ansiedad, por qué aquí y ahora.
Tengo miedo de ser el resumen del ansia
cuando tiembla el preludio
y el instante devora;
El hombre es como un niño, el cerebro lo es siempre, mientras vive, hasta que la desmemoria o el silencio -muerte- le envejecen de cuajo. Ahí surje tu piedra, la que obsesiva asfíxia y aplasta la memoria. Llámalo alzehimer, mente sin brújula.
cuando cierran la mente el niño y el silencio
y el aire es una piedra,
una obsesiva densidad que aplasta
y asfixia la memoria.
Esa ansiedad que no es sino sensación del paso del tiempo y de sus consecuencias. Esas "postrimerías del encanto" definición grandiosa de la vejez a secas. Esa "magnitud del tiempo mentirosa" que engaña porque el cuerpo y el cerebro no envejecen a la vez, y la madurez mental siempre acostumbra a estar por encima, aunque no le acompañe el cuerpo.
Tengo pena del buque que navega sin rumbo
en los mares decrépitos del hombre,
en el piélago umbrío del cerebro,
en las postrimerías del encanto,
en una magnitud de tiempo mentirosa.
Cansado de ver y de mirar lo obvio, no le gusta el mundo que ve, ni el interior -miedo a envejecer- ni el exterior -hastío por los hombres y sus necedades- y se hace todo hielo, ventisquero en sus ojos.
Tengo frío en los ojos y en los iris heladas,
ventisquero de nieve en carestía,
un heraldo de hielo que congela la sangre.
Ártico impío de virtud remota.
Recuerdos que le fluyen, amores pasados -no tienen por qué ser siempre humanos- "cenizas de fiebre traicionera sobre la carne tibia" toda una vida apenas y aún le concita el "ascua silente fugada de la hoguera" para seguir ardiendo en sus fracasos. Humano autor, sincero consigo mismo.
Tengo y tengo cenizas de fiebre traicionera
sobre la carne tibia,
desértica y quemada,
similitudes tengo con el ascua silente,
fugada de la hoguera
donde siguen ardiendo mis derrotas.
Se admite por fin -otro remedio no hay- en sus dos coordenadas "tristura y ansiedad" y aquí nos muestra -rotundo- la verdadera raiz de este poema, de esta introspección en el yo humano por parte del yo poético, que no entiende la muerte "castrante" pero no del hombre, sino del creador, cuando tiene la mente como un aljibe de experiencia que le permite plasmar la luz de las dos orillas o acaso se coformaría con perseverar "en la belleza simple y libre de las cosas".
Si tengo lo que soy,
tristura y ansiedad
por un morir castrante,
quisiera vertebrar esta agonía
en la belleza simple
y libre de las cosas.
La filosofía, la psicología y el autoanálisis -raiz humana- también son poesía cuando se inyectan de hermosas metáforas que alivian la sinceridad de los hombres con norte.
Sabrá el poeta más que este necio lector que se atrevió a sacar conclusiones, por su cuenta y con su riesgo.
Sea o no como yo lo he visto, el poema es muy hermoso, evocador, reflexivo y maduro. No podía ser menos. El estilo es de autor, fluído, metafórico y con encanto.
Un abrazo Rafel.
Santiago Redondo Vega
Esa pena, esa ansiedad, por qué aquí y ahora.
Tengo miedo de ser el resumen del ansia
cuando tiembla el preludio
y el instante devora;
El hombre es como un niño, el cerebro lo es siempre, mientras vive, hasta que la desmemoria o el silencio -muerte- le envejecen de cuajo. Ahí surje tu piedra, la que obsesiva asfíxia y aplasta la memoria. Llámalo alzehimer, mente sin brújula.
cuando cierran la mente el niño y el silencio
y el aire es una piedra,
una obsesiva densidad que aplasta
y asfixia la memoria.
Esa ansiedad que no es sino sensación del paso del tiempo y de sus consecuencias. Esas "postrimerías del encanto" definición grandiosa de la vejez a secas. Esa "magnitud del tiempo mentirosa" que engaña porque el cuerpo y el cerebro no envejecen a la vez, y la madurez mental siempre acostumbra a estar por encima, aunque no le acompañe el cuerpo.
Tengo pena del buque que navega sin rumbo
en los mares decrépitos del hombre,
en el piélago umbrío del cerebro,
en las postrimerías del encanto,
en una magnitud de tiempo mentirosa.
Cansado de ver y de mirar lo obvio, no le gusta el mundo que ve, ni el interior -miedo a envejecer- ni el exterior -hastío por los hombres y sus necedades- y se hace todo hielo, ventisquero en sus ojos.
Tengo frío en los ojos y en los iris heladas,
ventisquero de nieve en carestía,
un heraldo de hielo que congela la sangre.
Ártico impío de virtud remota.
Recuerdos que le fluyen, amores pasados -no tienen por qué ser siempre humanos- "cenizas de fiebre traicionera sobre la carne tibia" toda una vida apenas y aún le concita el "ascua silente fugada de la hoguera" para seguir ardiendo en sus fracasos. Humano autor, sincero consigo mismo.
Tengo y tengo cenizas de fiebre traicionera
sobre la carne tibia,
desértica y quemada,
similitudes tengo con el ascua silente,
fugada de la hoguera
donde siguen ardiendo mis derrotas.
Se admite por fin -otro remedio no hay- en sus dos coordenadas "tristura y ansiedad" y aquí nos muestra -rotundo- la verdadera raiz de este poema, de esta introspección en el yo humano por parte del yo poético, que no entiende la muerte "castrante" pero no del hombre, sino del creador, cuando tiene la mente como un aljibe de experiencia que le permite plasmar la luz de las dos orillas o acaso se coformaría con perseverar "en la belleza simple y libre de las cosas".
Si tengo lo que soy,
tristura y ansiedad
por un morir castrante,
quisiera vertebrar esta agonía
en la belleza simple
y libre de las cosas.
La filosofía, la psicología y el autoanálisis -raiz humana- también son poesía cuando se inyectan de hermosas metáforas que alivian la sinceridad de los hombres con norte.
Sabrá el poeta más que este necio lector que se atrevió a sacar conclusiones, por su cuenta y con su riesgo.
Sea o no como yo lo he visto, el poema es muy hermoso, evocador, reflexivo y maduro. No podía ser menos. El estilo es de autor, fluído, metafórico y con encanto.
Un abrazo Rafel.
Santiago Redondo Vega