Publicado: Jue, 26 Ene 2012 13:16
Mario, tu poema contiene hermosos y emotivos versos, un gusto haberlos leído.
Saludos.
Saludos.
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Así me gustaría que me recordasen, Mario, es un homenaje al amigo que ya no está, lleno de amor y ternura. Me encanta leer estos sentimientos que pocos hombres saben expresar -o no se atreven a hacerlo-Mario Martínez escribió:A cualquiera de los amigos que puedan dejarme un día.
Bajo el almendro
Aún florece el almendro, pero creo
que sus flores no huelen como antes
y hay frutos de amargor entre sus hojas
que eran dulces ayer, cuando sentados
a su plácida sombra cada tarde
al final del paseo vespertino,
compartía en silencio nuestra charla,
nuestro mundo amigable de recuerdos.
El nido sigue allí, mas la calandria
que solía alegrarnos con su canto,
hace ya que voló, y nadie osa
invadir el lugar que ella dejara.
Sigue siendo refugio de gorriones,
de palomas torcaces y estorninos
que alborotan el aire con sus voces
y enmudecen de pronto si se posan.
Hay hileras de párvulas hormigas
escalando su tronco, mientras buscan
en su piel agrietada el alimento
de pulgones que a otro árbol se mudaron.
Siguen juntas las piedras que pusimos,
endurecido asiento confortable
donde encuentran reposo en ocasiones
estas piernas cansadas, esta mente
que te sigue buscando en los senderos,
en las puestas de sol, en las veredas
donde medra el tomillo florecido;
en el cierzo inaudible que te nombra
y que dice mi nombre sin hablarlo.
Te marchaste, mi amigo. Me dejaste
la sombra entristecida de un almendro,
una piedra vacía, soledades,
y un mundo ilimitado de silencios.
Mario.
Mario Martínez escribió: Bajo el almendro
Aún florece el almendro, pero creo
que sus flores no huelen como antes
y hay frutos de amargor entre sus hojas
que eran dulces ayer, cuando sentados
a su plácida sombra cada tarde
al final del paseo vespertino,
compartía en silencio nuestra charla,
nuestro mundo amigable de recuerdos.
El nido sigue allí, mas la calandria
que solía alegrarnos con su canto,
hace ya que voló, y nadie osa
invadir el lugar que ella dejara.
Sigue siendo refugio de gorriones,
de palomas torcaces y estorninos
que alborotan el aire con sus voces
y enmudecen de pronto si se posan.
Hay hileras de párvulas hormigas
escalando su tronco, mientras buscan
en su piel agrietada el alimento
de pulgones que a otro árbol se mudaron.
Siguen juntas las piedras que pusimos,
endurecido asiento confortable
donde encuentran reposo en ocasiones
estas piernas cansadas, esta mente
que te sigue buscando en los senderos,
en las puestas de sol, en las veredas
donde medra el tomillo florecido;
en el cierzo inaudible que te nombra
y que dice mi nombre sin hablarlo.
Te marchaste, mi amigo. Me dejaste
la sombra entristecida de un almendro,
una piedra vacía, soledades,
y un mundo ilimitado de silencios.
Mario.