Publicado: Lun, 04 Jul 2011 14:38
Tampoco es tan negativo ver encenderse la noche
y despertar viendo aparecer algún futuro.
Un abrazo
Guillermo
y despertar viendo aparecer algún futuro.
Un abrazo
Guillermo
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Gracias, Mario, por dejarme tu comentario. Un abrazo.Mario Martínez escribió:Hola Ramón.
Esa "Escalera de Jacob", me ha parecido un tanto triste, pero como siempre, insuperablemente bien escrita, amigo mío. Un gusto siempre pasar por tus versos. Abrazos.
Mario.
Grandes versos del final de un extraordinario poema.Ramón Carballal escribió:Una semilla que se abre en pétalos y dos caras
sin reflejo.
Guerras en el vientre de la virtud,
gloria y destino en el porvenir.
Mi nombre es silencio y mis ágiles alas golondrinas de luz.
Mi hermano teme a su piel, caza en la sombra
como un jabato o una serpiente y llega con las fauces
heridas y el resplandor en los sueños.
Yo tengo lo que nadie desea, un músculo sin aromas,
el hambre disfrazada en los colmillos del azar.
Esaú, hermano, tu vigilas la herencia de los dioses
e inflamas el soliloquio del cazador, su augusta cabeza de niño.
Te vendes, me vendes al lento paso de la infancia
-algo en ti no comprende el regalo, la magnificencia del óbolo-.
Hoy desvistes el círculo que se agita, un oasis escogido
por las madres que provoca el cúmulo inmortal del incienso.
Mi otra mitad es un sol azul, no hay latidos en su cabello,
ni pueden las luciérnagas imaginar un soplo de misterio
en lo que duda, en lo que miente.
Mi perdón son la vértebras del destino, collares y más collares
hasta conocer el lugar, la infinita escalera sin número.
No hay héroes tras el cristal blanco, conozco la ansiedad, el crisol
impotente del futuro, mi estirpe sin llagas, esta vida rota
que ha encendido tu noche.
Ramón Carballal escribió:Una semilla que se abre en pétalos y dos caras
sin reflejo.
Guerras en el vientre de la virtud,
gloria y destino en el porvenir.
Mi nombre es silencio y mis ágiles alas golondrinas de luz.
Mi hermano teme a su piel, caza en la sombra
como un jabato o una serpiente y llega con las fauces
heridas y el resplandor en los sueños.
Yo tengo lo que nadie desea, un músculo sin aromas,
el hambre disfrazada en los colmillos del azar.
Esaú, hermano, tu vigilas la herencia de los dioses
e inflamas el soliloquio del cazador, su augusta cabeza de niño.
Te vendes, me vendes al lento paso de la infancia
-algo en ti no comprende el regalo, la magnificencia del óbolo-.
Hoy desvistes el círculo que se agita, un oasis escogido
por las madres que provoca el cúmulo inmortal del incienso.
Mi otra mitad es un sol azul, no hay latidos en su cabello,
ni pueden las luciérnagas imaginar un soplo de misterio
en lo que duda, en lo que miente.
Mi perdón son la vértebras del destino, collares y más collares
hasta conocer el lugar, la infinita escalera sin número.
No hay héroes tras el cristal blanco, conozco la ansiedad, el crisol
impotente del futuro, mi estirpe sin llagas, esta vida rota
que ha encendido tu noche.
jose junco escribió:Hermosas imágenes las que nacen de este poema tan bien elaborado. Un abrazo.Pepe Junco
Candela Martí escribió:Ramón, un poema lleno de imágenes reflexivas y magistralmente expresadas con tu voz poética. Mi aplauso.
Un abrazo.
Candela
Begoña Egüen escribió:Ramón Carballal escribió:Una semilla que se abre en pétalos y dos caras
sin reflejo.
Guerras en el vientre de la virtud,
gloria y destino en el porvenir.
Mi nombre es silencio y mis ágiles alas golondrinas de luz.
Mi hermano teme a su piel, caza en la sombra
como un jabato o una serpiente y llega con las fauces
heridas y el resplandor en los sueños.
Yo tengo lo que nadie desea, un músculo sin aromas,
el hambre disfrazada en los colmillos del azar.
Esaú, hermano, tu vigilas la herencia de los dioses
e inflamas el soliloquio del cazador, su augusta cabeza de niño.
Te vendes, me vendes al lento paso de la infancia
-algo en ti no comprende el regalo, la magnificencia del óbolo-.
Hoy desvistes el círculo que se agita, un oasis escogido
por las madres que provoca el cúmulo inmortal del incienso.
Mi otra mitad es un sol azul, no hay latidos en su cabello,
ni pueden las luciérnagas imaginar un soplo de misterio
en lo que duda, en lo que miente.
Mi perdón son la vértebras del destino, collares y más collares
hasta conocer el lugar, la infinita escalera sin número.
No hay héroes tras el cristal blanco, conozco la ansiedad, el crisol
impotente del futuro, mi estirpe sin llagas, esta vida rota
que ha encendido tu noche.
Un magnífico poema... en toda la extensión de la palabra... como todos los que realizas estimado amigo. Ha sido un placer leerte.
Un abrazo.
BEGOÑA.
Just Gafar escribió:Yo tengo lo que nadie desea, un músculo sin aromas,
el hambre disfrazada en los colmillos del azar.
Qué te digo Ramón, una barbaridad, una barbaridad de palabra la que se teje bajo tu nombre.
No se le puede pedir màs a la noche.
abrazos
Guillermo Cuesta escribió:Tampoco es tan negativo ver encenderse la noche
y despertar viendo aparecer algún futuro.
Un abrazo
Guillermo
Gracias, J.J.,por tus amables palabras. Unha aperta.J. J. M. Ferreiro escribió:Como siempre una fiesta de la palabra hecha imagen. En tu poesía total la frase o la imagen no es puente para llegar, sino que es la llegada misma, sin inicio ni camino concreto que la llevó allí.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
Gracias, Lázaro, por tu generoso comentario. Un abrazo.lazaro Habana escribió:Grandes versos del final de un extraordinario poema.Ramón Carballal escribió:Una semilla que se abre en pétalos y dos caras
sin reflejo.
Guerras en el vientre de la virtud,
gloria y destino en el porvenir.
Mi nombre es silencio y mis ágiles alas golondrinas de luz.
Mi hermano teme a su piel, caza en la sombra
como un jabato o una serpiente y llega con las fauces
heridas y el resplandor en los sueños.
Yo tengo lo que nadie desea, un músculo sin aromas,
el hambre disfrazada en los colmillos del azar.
Esaú, hermano, tu vigilas la herencia de los dioses
e inflamas el soliloquio del cazador, su augusta cabeza de niño.
Te vendes, me vendes al lento paso de la infancia
-algo en ti no comprende el regalo, la magnificencia del óbolo-.
Hoy desvistes el círculo que se agita, un oasis escogido
por las madres que provoca el cúmulo inmortal del incienso.
Mi otra mitad es un sol azul, no hay latidos en su cabello,
ni pueden las luciérnagas imaginar un soplo de misterio
en lo que duda, en lo que miente.
Mi perdón son la vértebras del destino, collares y más collares
hasta conocer el lugar, la infinita escalera sin número.
No hay héroes tras el cristal blanco, conozco la ansiedad, el crisol
impotente del futuro, mi estirpe sin llagas, esta vida rota
que ha encendido tu noche.
Ha y sublimidad, eso es poesía
Bravo Ramón
abrazos
lázaro
Gracias, Miguel, me alegra que te guste el poema. Un abrazo.Miguel Alcantud escribió:Un autentico placer desfilar por estas lineas. Profundo, duro, genial. Enhorabuena compañero