Publicado: Jue, 21 Abr 2011 9:19
Excelente poema en fondo y forma, un gusto leerte, Josefa. Te aplaudo con un saludo cordial.
Foro poético-literario, revista y tienda de libros de la Editorial Alaire. Poemas de todo tipo, relatos cortos, ensayos. Debates, discusiones y todo tipo de estudios sobre temas relacionados con el ámbito literario. Convocatorias de concursos de poesía.
https://foro.editorialalaire.es/
Josefa A. Sánchez escribió:Me inquieta
esa larga quietud de las estatuas.
Me parece que fuera
asomarse a un espejo
muy lejano y con manchas herrumbrosas.
Me perturba su gesto pensativo,
su sonrisa perpetua
o su rictus de eterna permanencia.
Soy yo la que está ahí, pero no estoy.
como no permanezco en el espejo
si dejo de mirarlo...
Cada vez que su frío
reclama mis pupilas
siento en las manos tacto de milenios.
Una clara opulencia
de pechos blancos y caderas níveas,
tensas musculaturas,
enigmáticos rostros que miran al pasado.
cabelleras de piedra retorcida.
¿Seré yo esa cariátide
que bajo la cornisa
sostiene trozos de la misma historia?
¿O el jinete que tira de la brida
de su corcel rampante?
¿O Laocoonte luchando con la sierpe?
No sé, pero me duele
mirarme en esos ojos sin mirada
porque soy yo
la que está en esa piedra como espejo
y ahí me veo, inmóvil,
dura por dentro y con antiguas grietas
por donde aflora el musgo.
Y mis labios de mármol insensible
preguntan al rosario de las horas:
¿Donde estás,Pigmalión?
Pepa
Hace un tiempo lo leì Pepa, me sorprendiò leer los primeros versos, por la coincidencia en sentires, luego, a medida que uno se adentra en las letras, lo hace tambièn y quizàs a travès de 'esas grietas' en el alma de quien escribiò.Josefa A. Sánchez escribió:Me inquieta
esa larga quietud de las estatuas.
Me parece que fuera
asomarse a un espejo
muy lejano y con manchas herrumbrosas.
Me perturba su gesto pensativo,
su sonrisa perpetua
o su rictus de eterna permanencia.
Soy yo la que está ahí, pero no estoy.
como no permanezco en el espejo
si dejo de mirarlo...
Cada vez que su frío
reclama mis pupilas
siento en las manos tacto de milenios.
Una clara opulencia
de pechos blancos y caderas níveas,
tensas musculaturas,
enigmáticos rostros que miran al pasado.
cabelleras de piedra retorcida.
¿Seré yo esa cariátide
que bajo la cornisa
sostiene trozos de la misma historia?
¿O el jinete que tira de la brida
de su corcel rampante?
¿O Laocoonte luchando con la sierpe?
No sé, pero me duele
mirarme en esos ojos sin mirada
porque soy yo
la que está en esa piedra como espejo
y ahí me veo, inmóvil,
dura por dentro y con antiguas grietas
por donde aflora el musgo.
Y mis labios de mármol insensible
preguntan al rosario de las horas:
¿Dónde estás, Pigmalión?
Pepa