Juan Fionello escribió:
A veces me entretiene buscar llagas
allí donde el heraldo del dolor las anticipa,
y ni siquiera las costras
las conservo,
hasta las cicatrices locuaces
se han borrado.
Donde entonces hubo golpes,
solo hay surcos ahora
y hay semillas
germinadas del árbol de los látigos.
Siempre he sido un verdugo autodidacta;
hace años que mi cabello es de cuero.
Fui lacerado en la raíz de las arterias
y un dulce arroyo de sangre me fluía,
pero la noche me encontraba en el establo
debajo de un monótono cepillo,
obteniendo plenitud de un buen forraje.
Mi estómago es un médico de guardia,
chorrean por mi piel cremas y aceites
y disfruto de zapatos de ortopedia.
Donde el llanto, un suspiro alcanzó el clímax,
nada venga entonces a dañarme.
Cierren mis llagas
por hoy,
cierren mis llagas.
Hola Juan, no cabe duda de que es un poema impactante que, según lo veo yo, induce a un engaño buscado. Ironía, dices.
Yo te he imaginado cepillando las crines de un hermoso caballo castigado por el látigo, curando sus heridas, pero puedo estar equivocada.
Me ha gustado mucho cómo lo transmites.
Mi abrazo y mi felicitación.