EL ÓXIDO DE LOS EJES. Poema compartido con Mario

[Tristany Joan Gaspar]

Excelente José Manuel.
Me has hecho revivir todo un mundo que leo que es tan importante para ti como para mi.
Tu poema me ha emocionado.

Un fuerte abrazo

Nos vemos en el siguiente poema

Joan

[Alejandra Goerne]

Precioso José Manuel. Abrir las ventanas, rescatar los recuerdos que son VIDA. Te mando un gran abrazo.

[Antonio Justel]

Incluyo al final de mi poema el poema sobre el mismo tema de Mario Martínez "Pueblos abandonados". Es un honor para mí compartir este espacio con su arte.
I
.
EL ÓXIDO DE LOS EJES


Detrás de la iglesia duerme
lo que un día fue
un parque alegre de columpios.
Cada tarde en las fachadas agoniza
la sombra del tobogán sobre la piedra
oscura del campanario.

No deberían envejecer las cornisas
que exhiben golondrinas en lo alto ni los pueblos
con parques de laberinto.

(Por simple benevolencia) alguien debería abrir de nuevo
las ventanas de la escuela, desempolvar
pupitres y pizarras, o dar impulso al columpio
hundido en la maleza; sentir el óxido de los ejes requiere
una predisposición humana cercana a la empatía.
Cuando se pierden en el tiempo
las referencias de una vida
hay quien confunde en la lejanía la resonancia de un lamento
con un tañido entristecido de campana.
Por eso hay quien suspira por el ángelus cuando caía
sobre las espigas y la paz de las cigüeñas.

Un pueblo sin juventud encierra
sonidos de otras épocas. Pero siempre quedarán los perros
ladrando, en la noche, a las estrellas.

Me iré de este pueblo y de este parque, no sin antes
sentir sobre mi cabeza los ejes de un columpio
estremeciéndose de pena.

Con el impulso suave de mi permanente melancolía
la sombra de mi cuerpo va y viene ahora
sobre la pared del campanario.
El chirrido del óxido y del hierro lo invade todo,
y consigue que las golondrinas remonten
el vuelo sorprendidas (bajo la cornisa, al fondo,
un anciano mira, y se sonríe).

Alguien, instintivamente, abre una ventana
(mientras, en los campos, el ángelus permanece
dormido en las espigas).

--oOo--



Mario:

Pueblos olvidados


Abandonados pueblos, que el olvido,
el tiempo inexorable y el progreso,
los fueron reduciendo en su deceso
a montones de escombro sin sentido.

Sus almas de tejado se han hundido,
y al arrastrar los muros tras su peso,
llegó todo a su fin y el retroceso
le declaró la guerra a lo vivido.

Sus empedradas calles se han dormido
en soledad de pasos y ese exceso
ayudando a la lluvia en su proceso,
en follaje de ausencia ha florecido.

¿Qué queda de sus gentes, del latido
que lleva en su pasar la vida impreso... ?
¿En que silencio el ruido se halla preso,
en que rincón la Historia se ha metido... ?

La suerte, que de ruina se ha vestido,
se torna alguna vez feliz suceso,
y el hombre reconstruye, toma acceso
de aquél lugar antaño derruido.

Y el pueblo, esperanzado y sorprendido,
penando en su abandono, pero ileso,
ve parchear su olvido y alza tieso
la frente que inclinara entristecido.

Recupera su encanto, su embeleso,
el orgullo de madre, que aún dolido,
nunca olvida los hijos que ha parido
aunque se vayan lejos, cual expreso;
y si vuelven al sitio que han nacido,
los recibe contenta con un beso.




Mario.

... y los demás nutrirnos con vuestra palabra, José Manuel, pues las descripciones que conforman este trabajo se adentran tan cerca que semejan parte de uno mismo, al alcance; magnífico poema absolutamente en consonancia con el tema: pueblos abandonados; sois grandes conocedores del medio y la inspiración ha cautivado vuestro conocimiento para darnos trazos tan altos de belleza; Orión